El mundo empresario sigue modas, y la sigla ESG (Environmental, Social, Governance) fue una de ellas: las empresas debían hacer lo imposible por conseguir ese sello y poder mostrarlo en sus balances de sustentabilidad, y cualquier trader de acciones debía lanzar muchos fondos con compañías que tuvieran ese “sello de calidad” que las mostraba ambiental y socialmente responsables y con rectitud de gestión.
Pero con el correr de los meses de 2023, las iniciativas brandeadas como ESG iban siendo retratadas por los medios críticos despectivamente como “greenwashing”. Muchas ONG fueron contra demasiadas empresas a la justicia para obligarlas a deponer su “claim” ambiental, social y honesto.
Con el arranque de 2024, sendas “biblias” del mundo de los negocios: el Wall Street Journal y el Financial Times, decretaron que la manía del ESG quedó tan fuera de moda como los jeans pata de elefante: los inversores terminaron 2023 directamente huyendo de cualquier cosa que afirmara ser ESG.
El puntero en esa tendencia fue -cuándo no- Larry Fink, el CEO de BlackRock, el mayor fondo de inversión de Wall Street: anunció a mediados de año que “no vamos a usar más el término”.
El Wall Street Journal llega a la conclusión de que se imponen los negocios “responsables” y cita Daryl Brewster, presidente de la agrupación CEOS con Propósito Corporativo que “podrás ser “anti-ESG” pero nunca anti-responsabilidad.
El Wall Street Journal describe que Coca-Cola es una de las empresas líderes que decidió tachar el término ESG de sus balances.
El acrónimo ESG no es tan nuevo, ya que la ONU lo viene usando desde hace dos décadas. Pero el problema central de ESG no fue tanto la percepción de muchos escépticos de que se trata de un disfraz de la contaminación o “greenwashing”, sino que en Estados Unidos se fue convirtiendo en un término tironeado por el divisionismo político que introdujo en ese país la era Trump. Los “trumpistas” pro-negocios calificaban a ese término como una variante de un “woke-capitalism” o “capitalismo progre”, para buscarle una traducción posible.
Incluso muchos votantes republicanos se juraron boicotear fondos comunes de inversión etiquetados ESG por considerarlos una “estafa woke”.
Detrás de la decisión de BlackRock, por ejemplo, de dejar de usar el término estaba la justificación de que se había “politizado demasiado”.
Por su parte, el Financial Times describió que cada vez más gestores de patrimonios le están escapando a las etiquetas ESG en los portafolios que recomiendan a sus clientes y accionistas por los mismos problemas: por un lado los reguladores ponen la lupa en cuán sustentables son los “claims” ESG de las empresas y, por el otro, el público es cada vez más escéptico.
Además, los fondos ESG que años atrás habían tenido buena performance en su cotización, vienen quedándose atrás los últimos dos años: los inversores fueron descubriendo el truco.