AstraZeneca (sede Haedo, provincia de Buenos Aires), en el fuego cruzado de la comunicación por la vacuna, revisa consultoras

Por Diego Dillenberger

La semana pasada, las farmacéuticas con vacunas “en las gateras” para combatir el coronavirus en todo el mundo entendieron que la comunicación es algo casi tan importante como la ciencia detrás de las ansiadas inyecciones.

En Estados Unidos, Pfizer tuvo que dejar el silencio en el que intentó meterse luego del revolucionario comunicado sobre la alta efectividad que comprobó en su vacuna (¿90 por ciento, 92?) para contestarle al aún presidente Trump que no había recibido fondos de “Tío Sam” para desarrollarla. Lo hizo la microbióloga Kathrin Jansen convertida en vocera “política” de la farmacéutica al aclararle a la Casa Blanca que pretendía fanfarronear -enojado, Trump, porque el comunicado de Pfizer salió justo después de que perdiera las elecciones del 3 de noviembre- con que Pfizer logró la cura contra el COVID “gracias a él”.

Sí, aclaró la empresa norteamericana que la socia alemana de Pfizer, BioNTech, recibió fondos públicos del gobierno alemán.

Algo muy similar le pasó en Argentina al empresario Hugo Sigman, dueño del conglomerado de laboratorios Insud, después del debate que instaló el gobierno del presidente Alberto Fernández al anunciar -de manera muy atropellada- que su gobierno adquiriría millones de dosis de la polémica vacuna Sputnik, de Rusia. 

Y no lo hizo con un comunicado de prensa ni con una “clásica” nota con una radio, sino vía twitter:

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