‘‘Personalmente, creo que su vacuna es mucho mejor que su comunicación’’, expresó al diario The New York Times un alto funcionario de Salud europeo.
“Hay que diferenciar entre los datos fuertes y positivos de los estudios hechos en Estados Unidos de la increíble habilidad de los comunicados de AstraZeneca para rescatarse siempre de las garras de la victoria mediante una derrota”, dijo irónicamente a la agencia Reuters Danny Altman, profesor de Inmunología del Imperial College, de Londres.
Ian Jones, profesor de virología de la Universidad inglesa Reading, dijo coincidiendo: “Está claro que los datos iniciales de los tests fueron positivos, pero se arruinaron por temas de comunicación”.
¿Qué pasa con la comunicación de AstraZeneca, autora de la vacuna de Oxford, la que genera las mayores esperanzas en muchos países de ingresos medios y bajos que no pueden acceder a las “top” estadounidenses de Pfizer o Moderna? Solo se escuchan malas noticias sobre percances que trascienden como gravísimos pero son altamente improbables, que sus tests estuvieron plagados de errores y que por poco desatan una guerra entre Gran Bretaña y sus ex socios de la Unión Europea. Y sin embargo, una y otra vez la conclusión es “su vacuna es mucho mejor que su comunicación”.
Ante el mutismo de AstraZeneca en Argentina, el empresario Hugo Sigman, magnate farmacéutico y dueño del laboratorio mAbxience, estuvo meses llamado a silencio mientras los medios se preguntaban por qué no llegaban las vacunas prometidas desde hace meses y lo señalaban siempre a él como culpable.
“Del tema de la vacuna solo habla AstraZeneca”, repetían sus voceros a modo de mantra, como su gerente de Relaciones Institucionales, Gustavo Ripoll, y se llamaban a silencio de radio remitiendo al laboratorio anglo-sueco.
mAbxience, en la localidad bonaerense de Garín, se dedica solo a fabricar “à façon” para AstraZeneca el principio activo de la vacuna de Oxford para América latina que luego hace un enorme periplo a México para ser envasado y distribuido a la región, y es ahí donde se estaría produciendo el cuello de botella.
Supuestamente se prometió que ya con el arranque del año estarían llegando -como muy tarde- las primeras partidas de 22 millones de dosis precompradas por Argentina y que salieron antes de fin de año para México.
Pero pasan los meses y la fecha se va corriendo y corriendo.
Ahora supuestamente podría ser “para mayo” y, mientras tanto, lo poquito que llegó al país de la vacuna de Oxford-AstraZeneca proviene de partidas fabricadas en India o Corea del Sur y vinieron a través del fondo Covax de la OMS.
Para la Argentina y su atribulado gobierno kirchnerista es un trago muy amargo: el gobierno despreció inexplicablemente la posibilidad de conseguir la vacuna de Pfizer, rechazó vacunas del fondo Covax, y apostó todo a dos vacunas que prácticamente no llegan: la rusa Sputnik y la de Oxford/AstraZeneca.
La segunda ola de la pandemia está causando estragos, y las vacunas se agotan sin ninguna certeza de que ayuden a evitar una catástrofe humanitaria mayor luego del pésimo manejo de la primera ola por parte de las autoridades argentinas.
Para peor, sumaron una vacuna china de mucho menor efectividad que la de Oxford y que tampoco llega.
Los medios, mientras tanto, empezaron a reproducir todo tipo de versiones sobre el supuesto rol de Sigman en la imposibilidad argentina de conseguir otras vacunas.
La más grave: que habría hecho lobby para que no se comprara la de Pfizer luego de que en Argentina se realizara el principal testeo “fase 3” de esa vacuna que la habilitaba a comprar millones de dosis del que hoy es considerado el inoculante más efectivo y seguro.
Pero Sigman seguía llamado a silencio, porque “nosotros no hablamos sobre la vacuna, es un tema de AstraZeneca, del cual solo somos proveedores del principio activo y nada más”, decían una y otra vez en Grupo Insud, dueño de mAbxience.
Mientras tanto, la presión de medios y redes sociales iba en aumento y señalaba con cada vez más fuerza a Sigman como culpable de que en Argentina no alcancen las vacunas -que producía un empresario argentino en su propio territorio- y muera mucha más gente aún. Una acusación atroz.
Ahora en Insud se arrepintieron de tanto silencio y se cansaron de la estrategia de “no comments” del laboratorio sueco-británico, que parecía cómodo con Sigman haciéndole de “pararrayos” de las críticas, y en uno de sus clásicos twitts con gran repercusión en los medios , el propio Sigman salió a aclarar que su laboratorio “cumplió con los objetivos en tiempo y forma” para producir el principio activo de la vacuna que desde noviembre le entregó a AstraZeneca, pero que mAbxience “no es la propietaria de la vacuna, ni la encargada de venderla, cobrarla, ni de firmar contratos con gobiernos o establecer fechas de entrega”.
Sigman insistió en no haber firmado ningún contrato, ya que desde los medios se recuerda que la Argentina -siempre entre los peores pagadores del mundo- ya le habría adelantado el 60 por ciento del contrato “a Sigman”, cuando, en realidad, fue a AstraZeneca.
En su descargo, luego de meses de esperar que hablara AstraZeneca o que la llegada de las vacunas descomprimiera la situación, Sigman también rechaza otras versiones, como la de que usó sus influencias para que el gobierno argentino descartara la posibilidad de adquirir más de 10 millones de dosis de la vacuna Pfizer, explicando que sus laboratorios son socios de los norteamericanos y que también fabrica vacunas para ellos.
Ante este descargo de Sigman, los voceros de AstraZeneca, con la directora regional de PR, la argentina María Poplawski, a la cabeza, decidieron no responder ni siquiera con un “no comment”.
“Su estrategia de comunicación es antigua, cerrada, ocultista y peligrosa”, dice en estricto off the record un experto de PR que trabaja para la industria farmacéutica y sigue muy de cerca el tema. “AstraZeneca les dice a sus proveedores que solo hablan ellos de la vacuna, pero no hablan”.
Es la línea de comunicación que prevalece en AstraZeneca en todo el mundo: demasiado oculta en un momento de gran incertidumbre y angustia a nivel mundial, a pesar de tener un rol clave al producir una de las vacunas más relevantes que podrían resolver la pandemia.
De hecho, durante las últimas semanas, la vacuna experimentó muchos fiascos. Primero, varios países europeos suspendieron su aplicación debido a preocupaciones de que causaba trombosis venosa profunda, embolia pulmonar y coagulación sanguínea. AstraZeneca, entonces, en un intento de recuperar su imagen, emitió el 22 de marzo un comunicado de prensa diciendo que su vacuna tenía una eficacia comprobada del 79 %. Esa información, explicaron desde el laboratorio, sería presentada a la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) para que las dosis fueran aprobadas en territorio norteamericano.
Pero el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU emitió una declaración posterior, a la medianoche del 23 de marzo, que ponía en duda esa cifra casi octagestimal. ‘‘AstraZeneca puede haber incluido información obsoleta (…) y puede haber proporcionado una visión incompleta de los datos de eficacia’’, dijo, y también instó a la empresa a revisar los datos de eficacia y garantizar que los más precisos y actualizados de ellos se hagan públicos lo antes posible.
Acto seguido, Anthony Fauci, el principal médico de enfermedades infecciosas de Estados Unidos, dijo que AstraZeneca tiene lo que probablemente sea ‘‘una vacuna muy buena’’, pero calificó el comunicado de prensa como ‘‘un error no forzado’’.
¿Siempre la comunicación de Astra arruninando todo?
Y los fiascos continuaron. El 23 de marzo, la canciller alemana Angela Merkel dijo que respaldaba la amenaza de la Comisión Europea de bloquear las exportaciones de la vacuna de AstraZeneca si la Unión Europea no recibía las entregas previstas, dado que los incumplimientos de producción no se dan solo en Argentina. Al día siguiente, la policía italiana encontró 29 millones de dosis de su vacuna escondidas cerca de Roma, listas para ser enviadas al Reino Unido. Esa cifra supone casi el doble de todas las dosis recibidas hasta ahora por la Unión Europea, que ha protestado en numerosas ocasiones por el incumplimiento del contrato.
Por último, un intento de rebranding: la anteriormente conocida como ‘‘vacuna de AstraZeneca contra el Covid-19’’ o directamente “la de Oxford” ahora tiene nombre propio y también impronunciable: ‘‘Vaxzevria’’. ¿Servirá el rebranding para compensar tantos errores de comunicación?