Después de medio año de “hacer tiempo”, finalmente estuvo la propuesta argentina viable para cerrar un acuerdo por la deuda en default bajo legislación Wall Street. Se trata de una oferta que propone 15 mil millones de dólares más que la inicial, y en general tuvo buena recepción en los mercados financieros.
Sin embargo, por ahora todo indica que no acepta el más importante de todos los fondos tenedores de bonos soberanos argentinos, que es Black Rock, perteneciente al multimillonario Larry Fink, uno de los principales asesores de Donald Trump.
El temor del gobierno del presidente Alberto Fernández es que la negativa de Black Rock arrastre a otros fondos y acreedores de la Argentina a mantenerse afuera de la oferta, ya que si el gobierno no logra amplias mayorías de aceptación, la justicia de Nueva York podría fallarle en contra, y por lo tanto embargar pagos en favor de los litigantes que irían a los fondos que sí entraron. Luego Black Rock podría cobrar finalmente todo lo adeudado y con creces, como ya Argentina experimentó cinco años atrás con los tristemente célebres holdouts o fondos buitre.
Por eso para que la oferta argentina no fracase, el estudio de abogados contratado por el gobierno argentino, Arnold & Potter, propuso sumar a una consultora de comunicación y asuntos públicos: Glover Park Group.
Esta agencia del grupo WPP se acaba de fusionar con otras dos del mega holding de la comunicación: la inglesa Finsbury y la alemana Hering Schuppener. Entre las tres forman la mayor agencia de lobby y asuntos públicos a nivel mundial. En realidad, hubo ahí un pequeño management buyout, porque WPP se quedó con el 51 por ciento pero cedió el resto a los principales directivos de las tres agencias.
Volviendo a la Argentina: por increíble que parezca, tratándose de un contrato que paga la Argentina (un país en el que se pagan sobreprecios hasta en la compra de fideos para ayuda alimentaria de los más vulnerables), el fee que cobra por su tarea la consultora es bastante módico: 36,000 dólares mensuales, que saldrán del Ministerio de Economía. Suena a una monstruosidad para cualquier consultora Argentina de asuntos públicos, pero los gobiernos que contratan agencias de PR en Estados Unidos suelen pagar eso y bastante más.
Ejemplo: días atrás, el gobierno de Kazajstán contrató a la rival APCO para mejorar su imagen en medios de comunicación y líderes de opinión en torno a litigios por el doble de ese fee más gastos de viaje y representación, además de extras de servicios. Claro que el acuerdo con APCO es por tres meses, mientras que en el caso de la deuda argentina, si la “última y definitiva” propuesta del ministro Martín Guzmán no alcanza mayorías, podría durar mucho más.
Según informaron medios de Estados Unidos, el nexo en Buenos Aires con Glover es el joven Juan Usandivaras, presidente Agencia Argentina de Inversiones. Pero en realidad los de Glover estarán bajo el comando de los socios del bufete de abogados.
Al frente de la cuenta está el vicepresidente senior Joshua Gross, un veterano en asuntos públicos con experiencia de asesorar a países complicados. En la lista de la propia agencia nombran ex clientes como Bulgaria, Egipto, Indonesia, Irak, Nigeria, Arabia Saudita y Uganda, según declama el propio site de la agencia.
Consultado sobre cuáles serán los servicios concretos que prestará para la Argentina y cuáles serán los mensajes que transmitirá Glover a los medios, Gross hace silencio y apunta a la ley de lobby extranjero de Estados Unidos que obliga a transparentar sus clientes en un registro oficial.
Obviamente que inscribirse en ese registro no implica que no pueda especificar ante los medios de qué se trata el trabajo que hace, ni que le dé una excusa para no contestar. Pero valga el truco, que lo muestra con cierta picardía.
Es evidente que tiene la clase que hay que tener para asesorar a un país con reputación de tramposo y poco transparente en los mercados financieros internacionales, como la que tiene Argentina. Obviamente que estos son atributos que se valoran en Argentina, aunque no precisamente son tan apreciados en Estados Unidos.
Lo cierto es que ahora es cuando empieza el verdadero desafío de Glover con los medios y principales analistas de Wall Street y Washington: cómo rescatar en la cobertura mediática la última propuesta Argentina: debe ser creíble que es realmente la última, cuando ya antes hizo unas cuantas correcciones a la “última” y cómo demostrar que el país ha obtenido suficiente aprobación como para aislar políticamente a los potenciales holdouts, como Black Rock.
La tarea no se le facilitó desde Buenos Aires cuando el presidente Fernández ordenó publicar una nueva estrategia de Defensa nacional en la que oficialmente se considera a Estados Unidos como potencia hostil, a lo que se suman reiteradas declaraciones de simpatía por el chavismo por parte del propio mandatario argentino: El estar en sintonía con funcionarios del gobierno de Washington facilitaría mucho la tarea de Glover. En ese aspecto, el gobierno del presidente Fernández ha demostrado una gran falta de timing.
Otro de los desafíos para Joshua Gross y su equipo de Glover será tener algún relato para llenar el vacío que deja una de las preguntas que harán periodistas y analistas sobre la Argentina: ¿contará el país con un plan económico para salir de su decadencia económica de décadas que haga sustentable el pago de esta deuda reestructurada sin entrar en un nuevo default en un par de años? En ese sentido el gobierno del presidente Fernández todavía le debe a Joshua Gross -y a los argentinos- una respuesta.
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