Antonio Sola, uno de los estrategos de comunicación política más cotizados del momento (ex asesor de Sergio Massa y de presidentes como Mariano Rajoy, en España; Juan Manuel Santos, en Colombia, y el expresidente mexicano Felipe Calderón), habló en La Hora de Maquiavelo a la salida de una visita a la Casa Rosada.
Dijo qué diagnóstico hizo ante sus interlocutores y qué les aconsejó para que mejore la comunicación del gobierno de Macri. Fue casi revolucionaria su advertencia de priorizar más la comunicación a los medios tradicionales por sobre las redes sociales e incluso evaluar volver a cierta dosis moderada de cadenas nacionales.
“Hoy las redes sociales no son prescriptoras de nada. La prensa gráfica, la TV y hasta la radio son más influyentes”, dijo Sola, para escandalizar a la mayoría de sus colegas –muchos de más edad que él- que sostienen que las redes sociales no solo sirven para ganar votos en la campaña electoral, sino para hablarle directamente a la gente en la comunicación de gestión, eludiendo el “filtro” de los medios. Habría que agregar que hoy casi un tercio de los argentinos aún no tiene acceso a Internet.
Otra recomendación clave es la “falta de Macri” en la comunicación gubernamental. No se puede pasar de un sistema con exceso de protagonismo y personalismo, como el de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner con sus insoportables cadenas de radio y TV, a una presencia extremadamente dosificada, como la de Macri hoy, más apropiada para un país sin crisis.
¿Habrá sido acertada la medida de delegar en los secretarios de Energía y Transporte los anuncios de ajuste? ¿Sirve en una situación de crisis extrema preservar la figura presidencial solo para las “buenas noticias”? Ni Antonio Sola tiene una respuesta unívoca.
Pero los resultados hablan por sí mismos: buena parte del ajuste está frenado en la Justicia, y el activismo sindical en la ciudad de Buenos Aires en contra de un ajuste imprescindible se volvió insoportable. “Es más sexy estar hablando de repartir dinero, los ajustes no son cómodos, por eso hay que comunicarlos bien”, dice Sola, que considera que los recortes que estuvo aplicando el gobierno de Macri eran absolutamente imprescindibles y se confiesa partidario del ajuste de shock y no gradual.
Pero también hizo una recomendación que suena estrambótica: “Hacer un alto por dos o tres días con todo su gabinete”. Una suerte de retiro espiritual, “para pensar cómo explicarles a los argentinos qué es Cambiemos y a dónde quieren llevar a la Argentina”.
Sola es muy crítico de la directiva de no perder tiempo hablando del pasado de su colega ecuatoriano Jaime Durán Barba al equipo de comunicación de Macri. “Es muy importante en los primeros tiempos exponer la herencia, porque por la compleja situación económica que heredó del kirchnerismo, se tardará más en cumplir ciertas promesas de campaña”.
Y aquí es donde la captura del ex secretario de Obras Públicas, José López, la semana pasada, arrojando millones de dólares por el muro de un convento, y el sospechoso de ser el autor intelectual del famoso Triple Crimen de General Rodríguez, presuntamente por orden del ex jefe de gabinete kirchnerista Aníbal Fernández, así como la historia del testaferro K Lázaro Báez, le abren una nueva y casi inesperada ventana de oportunidad al gobierno.
Con o sin retiro espiritual del equipo de gobierno, la opinión pública está más receptiva que nunca a entender por qué el modelo estatista y centralizado, organizado para habilitar una corrupción monumental y sin precedentes en la región, es la causante del desastre argentino.
Pero un déficit fiscal de 7 puntos porcentuales sobre el PBI –gentil legado del kirchnerismo- no se resuelve solo eliminando la corrupción en la obra pública y ni siquiera recortando totalmente los subsidios a servicios públicos. Es hora de que el gobierno le diga a la sociedad claramente que para eliminar la inflación crónica de la Argentina dentro del período de cuatro años de Macri no queda otro remedio que hacer muchas más reformas en el costoso aparato estatal: un verdadero cambio de “modelo”, parafraseando el vocabulario kirchnerista/bolivariano.
No son los 50 o 100 mil millones de dólares que en 12 años pueden haber ido a parar a los bolsillos de los funcionarios kirchneristas y que pueden estar en estancias, hoteles, bóvedas, conventos o cuentas off shore, sino de todo un sistema que hizo que la Argentina fracasara. Y ni siquiera su autoría es 100 por ciento kirchnerista.
Valga la comparación: hoy el PBI per cápita de Chile duplica al argentino, mientras que hace 25 años era la mitad. No es tanto que Chile haya hecho “magia”, sino que la Argentina hizo todo mal.
En medio de la campaña electoral, en 2015, Macri sorprendió a propios y extraños con un discurso reivindicando las estatizaciones de la petrolera YPF –que su partido rechazó en su momento-, de los fondos de pensión y de Aerolíneas Argentinas. La línea aérea pierde aun hoy tres millones de dólares diarios, y para que YPF no quiebre, la Argentina tiene que pagar la nafta más cara de la región.
A la larga, todo eso, más el millón de empleados públicos que sumó el kirchnerismo, más los millones de jubilados sin aportes, más los subsidios, más los juicios de los jubilados que se pagarán ahora, terminan en inflación crónica o impuestos impagables: cualquiera de los dos o una combinación de ambos atentó y atentará siempre contra el desarrollo.
¿Ayudó a ganar las elecciones el cambio de discurso? Puede ser. Pero el que una vez hizo zig, ahora también puede hacer zag. Y no solo la captura del rey de la efedrina, Pérez Corradi, de Lázaro Báez, el testaferro K, o López, el hombre que tiraba en la madrugada los bolsos con dólares al convento, pueden ayudar a empezar a explicarle a la sociedad que a los argentinos les conviene salir urgentemente del pomposo “modelo de desarrollo con matriz diversificada e inclusión social y estado social presente y bla, bla, bla”.
En los malditos 70, el eslogan era “achicar el estado es agrandar la nación”. La máquina de lavar cerebros y resignificar la historia lo convirtió en anatema. Pero el conservador David Cameron ofreció un interesante ejemplo para Gran Bretaña luego de un largo período laborista: opuso “Gran Sociedad” a “Gran Estado”.
Corradi, Lázaro y López son símbolos muy fuertes, pero Macri tiene que ayudar a convertir esos símbolos en una idea-fuerza: no solo fue la corrupción en sí. La culpa es del esquema estatista, clientelista y cultural que armaron para facilitar los dólar-ductos K que provocaron el “daño colateral” de destruir la economía argentina.
Pero Sola también reclamó que Cambiemos tenga su propio relato. Entendiendo relato como herramienta de comunicación política y no como la vil mentira que había desarrollado el kirchnerismo para todo: las estadísticas de inflación, de pobreza, su propio pasado heroico y revolucionario y su presunta ideología siempre estatista y cercana a la revolución socialista, pese a que fueron en la boleta del ex presidente Carlos Menem en media docena de elecciones.
Dentro de unas semanas se conmemora el bicentenario de la Independencia, y nuevamente se espera un discurso importante del presidente Mauricio Macri.
El veterano consultor de PR Enrique Nardelli sugirió recientemente que Macri podría aprovechar ese momento histórico para proponer una suerte de relanzamiento de la Argentina, recordando que hace 200 años el país (o el territorio que hoy lo forma) era la región más pobre de América, y que hace 100 años, en el centenario, era el sexto país más rico del mundo, y el más atractivo para la inmigración de Europa. La propuesta de Nardelli es que se propongan políticas públicas “del bicentenario” para que el país vuelva a estar entre los más prósperos del mundo dentro de cien años. Un relato ambicioso, pero convocante.
La tarea está en manos del equipo de comunicación, más que de los economistas de Macri. Ellos saben de sobra qué tienen que hacer. Es un equipo de lujo. Con internas, pero de lujo.
El kirchnerismo hizo para el bicentenario del 25 de mayo, hace seis años, un gran revisionismo histórico con lavado de cerebro incluido de cómo estaba la Argentina en su centenario: con estado de sitio, sin voto femenino, con desigualdad (como estaban casi todos los países en ese momento histórico), pero sin poder explicar por qué desde Europa tantos querían emigrar a Argentina y por qué el sistema educativo que había desterrado el analfabetismo era la envidia del mundo. Hoy nuestros alumnos están a la cola de América latina.
Con o sin el retiro espiritual que propone el gurú Antonio Sola, quizás pueda el equipo de comunicación de Macri aprovechar la ventana que dan los Lázaros, López y Corradi en los medios para relanzar la comunicación y el plan de gobierno de Cambiemos. Cómo diría un comercial de Fernet: a Macri se le alinearon todos los planetas. La clave será saber aprovechar y relanzar una comunicación que supere un aumento de tarifas muy mal comunicado.
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