Biondi, confidente de Fernández y ex secretario de Medios, escribe sus memorias “de la planta baja”

¿Se llamará Diario de una temporada en la planta baja? Es en referencia al libro de memorias que más está influyendo en estos momentos en la política argentina: Diario de una temporada en el quinto piso, del sociólogo e historiador Juan Carlos Torre, sobre los tormentosos años que experimentó como colaborador en el Palacio de Hacienda conducido por Juan Surrouille, en el gobierno del radical Raúl Alfonsín.

Se trata del libro de memorias que está escribiendo Juan Pablo Biondi, secretario de Comunicación y confidente del presidente Alberto Fernández hasta que decidió renunciar ante el bullying político que le hacían la todopoderosa Cristina Kirchner y su hijo, el diputado Máximo, que por entonces era jefe del bloque peronista en la Cámara de Diputados.

A susu libro de memorias como vocero y asesor comunicacional del Presidente, Biondi podría llamarlo Diario de una temporada en la planta baja de la Casa Rosada, porque ahí estaba su despacho en la Casa de gobierno argentina.

Tenía rango ministerial y virtualmente vivía con Alberto Fernández y era uno de sus funcionarios de mayor confianza. Biondi ubicó prácticamente a todos los actuales comunicadores del gobierno de Fernández.

Las fotos de aquellos meses son un fiel testimonio de que no había aparición pública de Fernández sin que Biondi estuviera a su lado.

¿Por qué decidió renunciar Biondi? La vicepresidenta y su hijo lo acusaban de “hablar mucho en off the record con los medios” y lo señalaban ante Alberto Fernández como “autor de operaciones mediáticas” en su contra y con el fin de desgastar la -ya bastante controvertida- reputación de la organización kirchnerista La Cámpora, manejada por Máximo Kirchner y ya por entonces enfrentada abiertamente al “albertismo”.

Lo cierto es que la función de Biondi, hasta fines del año pasado, era muy distinta a la actual “portavoz”, Gabriela Cerruti, ya que no oficiaba conferencias de prensa como vocero y no entendía su misión como una “bajada de línea militante” a los medios, ni se trenzaba con los periodistas en debates sobre cómo debieran hacer su trabajo, como sí es el caso de Cerruti.

La relación de Biondi con los medios era muy diferente: el confidente de Alberto Fernández cultivaba buena relación con todo el periodismo desde que era consultor de comunicación política y empresaria con dos décadas de trayectoria y siguió esa práctica durante su gestión como principal asesor comunicacional del Presidente.

Biondi mantenía permanentes reuniones con periodistas en los que transmitía información e intercambiaba enfoques, lo que -evidentemente- ponía nerviosos a la vicepresidenta y su hijo.

Esa buena relación con los medios oficialistas y críticos al final significaron su final como asesor de comunicación y máximo confidente de Alberto Fernández: el kirchnerismo le hizo la cruz y, como había sucedido antes con la ex ministra de Justicia y ex socia de Fernández, Marcela Losardo, el presidente fue literalmente obligado por los Kirchner -madre e hijo- a aceptarle la renuncia.

Aún hoy, el hijo vicepresidencial y diputado Máximo Kirchner estalla de ira cada vez que se entera de que Biondi “se da una vuelta” por la Casa Rosada para charlar con el Presidente.

Mientras escribe su bitácora -en la que el fuego cruzado de la interna La Cámpora vs. el “albertismo” probablemente sea lo que más busquen los lectores- el ex secretario de Comunicación retomó su trabajo de consultor de comunicación de crisis y asesoramiento en asuntos públicos.

Biondi recaló en el seno de Ad Hoc, una consultora especializada en comunicación política pero que también asesora a clientes del sector empresario.

El periodista Alberto “Beto” Valdés informó recientemente que la vicepresidenta quedó fascinada con la bitácora de Torres sobre los tensos avatares del ministerio de Economía del malogrado gobierno de Alfonsín y que se lo recomienda a todo el mundo como forma de anticipar lo que -intuye- puede ser un final igualmente trágico para su “socio”, el presidente Alberto Fernández.

Seguramente leerá ávidamente el libro de Biondi. Habrá que ver si también lo termina recomendando tan calurosamente.