Por Diego Dillenberger.-
Mark Zuckerberg anunció semanas atrás que creaba un fondo de 300 millones de dólares para apoyar a los medios en Estados Unidos, y anunció que iba a invertir en programas para ayudar a las editoriales a mejorar sus posibilidades de monetización en todo el mundo.
Ese Facebook Journalism Project, un calco de la más antigua Google News Initiative, es, en realidad, una acción de PR que sería encomiable, si no representara una migaja al lado del daño que les está causando la red social azul a los medios en todo el mundo, y no solo por llevarse buena parte de los presupuestos publicitarios que abandonan los medios tradicionales para irse a plataformas como Facebook, Google, YouTube y otras redes sociales.
La guerra se declaró en enero del año pasado, cuando Mark Zuckerberg, bastante mal asesorado en materia de PR, declaró ante el New York Times que cambiaría su algoritmo de manera de no privilegiar más las noticias de los medios en los muros de sus usuarios, sino que prefería “volver a las fuentes” de destacar el contacto con amigos y familiares.
Suena simpático, pero los medios se enteraban así por el New York Times que las fortunas que habían invertido en orientar sus contenidos a los caprichos de los algoritmos de Facebook se habían convertido de la noche a la mañana en “plata quemada”, y que sus audiencias iban a caer rotundamente de un día para el otro.
La movida de Zuckerberg apuntaba, en apariencias, a que Facebook fuera menos susceptible a las fake news, de las que se había empezado a hablar desde que se sospecha que la red social más popular del mundo fue usada para ayudar a ganar la elección presidencial a Donald Trump con campañas financiadas por Moscú, para sembrar la discordia en Gran Bretaña y provocar el voto por el traumático Brexit, y hasta del arranque de separatismo catalán aún no resuelto en España, entre otras iniquidades mundiales.
Pero en realidad la medida sonaba en los medios como una suerte de “vendetta” de Zuckerberg porque desde el periodismo culpaban a la red social de promover las manipulaciones con fake news, fomentar el odio racial, religioso y político y el desorden mundial. Más tarde se fue viendo que los medios de comunicación no estaban errados.
La medida de despriorizar las noticias en el algoritmo de Facebook tuvo consecuencias tremendas. Muchas redacciones “facebookdependientes” perdieron audiencias de un día para el otro. Semanas atrás, el fatal cambio de algoritmo se cobró 2.000 despidos de periodistas en Estados Unidos en portales on line como Mic, Buzzfeed o Huffington Post.
Antes de eso, Facebook había embarcado a los portales de los medios a producir más y más video con falsas estadísticas. Incluso compró material en video de algunos medios prestigiosos, de manera de hacer “entrar en el baile” a todos los demás.
Esas métricas mentirosas llevaron a Facebook a ser demandada por un grupo de anunciantes que comprobó que las visualizaciones y los tiempos de permanencia en los videos de Facebook estaban exagerados en hasta 900 por ciento.
Para poder orientarse a la producción de video, las redacciones de medios gráficos online debieron invertir grandes sumas de dinero, contratar a gente apta para ese tipo de contenidos, de la que, obviamente, no disponían esas redacciones, y despedir a cambio a otros profesionales no aptos… hasta que se dieron cuenta de que habían sido literalmente engañados por Facebook.
Esto no quiere decir que las redacciones no hagan bien en tener ofertas de material de noticias en video, pero el costo-beneficio de la ecuación es ruinoso. En todo caso, otras tendencias de consumo de contenidos, mucho más accesibles a medios gráficos online, como el podcast, exigen mucho menos inversión.
La respuesta de los medios no se hizo esperar, y gigantes como el New York Times y The Guardian pusieron en evidencia el escándalo Cambridge Analytica, en el que quedó demostrado que Facebook violaba su compromiso con sus usuarios de usar sus datos privados y de navegación para venderles publicidad, pero que jamás los entregaría a terceros.
La crisis de imagen de Facebook, en parte fogoneada por las investigaciones periodísticas, llevó a Mark Zuckerberg a tener que comparecer ante los parlamentos de Washington y Londres.
Pero el golpe más fuerte es que el propio gobierno de Trump -concretamente la Comisión de Comercio- está preparando una multa de varios miles de millones de dólares contra el gigante de Silicon Valley por las graves violaciones a la privacidad de sus usuarios y las tremendas consecuencias políticas que tuvieron a nivel mundial. Irónicamente: entre esas consecuencias, la elección que ganó Trump gracias a Cambridge Analytica y las granjas de trolls financiadas por el Kremlin.
Mientras tanto, la mala estrategia de Facebook hacia los medios lleva no solo a enfrentamientos concretos con gobiernos, cada vez más duros intentos de regulación, sino a tener cada vez peor prensa, con lo que la red social se vuelve más vulnerable a todo intento de regulación.
Quedó claro la semana pasada con la masacre de las mezquitas en Nueva Zelanda: los medios no perdonaron el hecho de que el demente asesino supremacista blanco que disparó causando medio centenar de muertos transmitiera en vivo su acción criminal por Facebook, y la red social fuera demasiado lenta en quitar el contenido de sus servidores: los medios fueron implacables.
Episodios de aliento a la violencia, odio racial y fake news con consecuencias nefastas propalados por Facebook se producen constantemente y cada vez con menos tolerancia por parte de los medios: masacres, genocidios y linchamientos originados en campañas de desinformación de Facebook o de WhatsApp (de la misma empresa de Mark Zuckerberg).
El año pasado estuvo plagado por escándalos de Facebook de los que los medios se hicieron eco muy gustosos, hasta convertir a la red social de Zuckerberg en una de las empresas de peor imagen del mundo, por más que comparta cartel con el grupo de las empresas más admiradas: Google, Apple, Amazon o incluso la más “antigua” Microsoft.
Semana tras semana, Facebook aparece negativamente en las noticias. Obviamente que esto se debe a los traspiés de la empresa de Zuckerberg. Pero también tiene que ver con la pésima predisposición que hay hoy en los medios hacia la red social, alimentada por los constantes ataques de esa red a las posibilidades de supervivencia de los medios.
Lo curioso es que Google, que también se encuentra en constante tensión con los medios de comunicación, desde que estos ven cómo, junto con Facebook, el buscador se convierte en aspiradora de presupuestos publicitarios, tiene un approach más de PR hacia los medios: batalla con su poderoso lobby contra todo intento de regulación, se chupa cada vez más presupuestos publicitarios que estaban destinados a los medios, pero a la vez busca colaborar con los mismos medios y entablar relaciones amistosas, ayudándolos a sobrevivir en el ecosistema digital en el que Google y Facebook son los leones, y los medios, los ratones. “Somos frenemys”, explica Martín Etchevers, presidente de la asociación de editores de diarios Adepa y a la vez dircom del Grupo Clarín: friends and enemys, amigos y enemigos.
Pero en el caso de Facebook, la guerra parece no tener tregua ni cuartel. Ahora la red de Mark Zuckerberg atacó a un aspecto importante de los cableoperadores en América latina: la sagrada transmisión del fútbol.
La TV, que está en problemas de audiencia desde que Netflix empezó a disputarle el trono del tiempo de pantalla en todas las edades y en todo el mundo, conserva al fútbol y otros deportes en vivo como fuente de ingreso resguardada de los avances de las redes sociales y los servicios de streaming.
Ahora la red de Zuckerberg, mediante un sospechado acuerdo con la Conmebol, consiguió la exclusividad de transmitir partidos de la Copa Libertadores en vivo, mediante streaming. Aunque ese servicio gratuito está solo disponible para quienes posean banda ancha, y las transmisiones son de inferior calidad que las de la TV, el golpe puede ser devastador para las finanzas de los medios y es hasta comparable al ataque del kirchnerismo contra el grupo Clarín al quitarle por ley su acuerdo de exclusividad con la AFA para transmitir los partidos de la liga argentina.
Ahora las cámaras que agrupan a las pymes operadoras de televisión paga de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay criticaron a la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) por la decisión de otorgarle “exclusividad” en la transmisión de los partidos a la red social Facebook.
La Red Intercable, que reúne a los cableoperadores medianos y pequeños en el país, indicó que la decisión de la Conmebol “priva a más del 70% de los argentinos” de la posibilidad de seguir los partidos de sus equipos en la Copa Libertadores de América.
Su titular Jorge Di Basio, afirmó que “con este contrato la Conmebol convalida una posición dominante que no beneficia a nadie más que a esta empresa”, en referencia a Facebook. La red social ayer estuvo caída en todo el mundo durante varias horas.
La exclusividad de transmisión para la red social “altera el ecosistema habitual de distribución del fútbol en nuestros países”, aseguraron las cámaras empresariales para subrayar que “las exclusividades de por sí son perjudiciales para la libre competencia en cualquier tipo de actividad”.
También marcaron que la “calidad técnica regular” de la transmisión vía la red social y que “cientos de miles de hinchas no están familiarizados con esta forma interactiva de ver el deporte y que en muchos casos no disponen de acceso a internet”.
Es que la conectividad en América latina es inferior que la de Estados Unidos o Europa, lo que dificulta un streaming de alta calidad en muchas zonas.
La bronca de los hinchas por los problemas típicos del streaming se ventilaron en las redes sociales, pero esa bronca no supera a la mala onda que crece en los medios de comunicación contra la red social azul. Los medios no se privaron de criticar la transmisión por sus previsibles problemas de limitaciones de banda ancha que tiene la Argentina, y, probablemente por venir de Facebook, lo hicieron con más ganas.
Es que la pregunta que responde la crisis de imagen de Facebook y su dueño, Mark Zuckerberg, es si los medios, cada vez más complicados en su modelo de negocios por la fuga de presupuestos publicitarios hacia Google y Facebook, perdieron ya toda influencia sobre la agenda pública. Más sencillo: si daban a los medios por muertos, los primeros en equivocarse fueron las propias redes sociales.
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