Primero: qué capacidad tiene de atar alianzas políticas.
Segundo: qué capacidad tiene de comunicar al electorado entusiasmo por sus reformas de manera efectiva..
Todo lo demás es secundario: la Argentina es un país incomprensible e incalificable para los inversores en el mundo por su permanente fracaso económico. Por lo tanto, con un gobierno políticamente débil, como el del presidente Javier Milei, lo único que importa es eso: cintura política y capacidad de comunicación. Lo demás se da por descontado: Javier Milei tiene un diagnóstico adecuado, y proyectos como el de él han hecho prósperas a muchas naciones.
Por eso la sorprendente diatriba tuitera que le propinó el presidente argentino Javier Milei a la periodista Silvia Mercado no es, como lo descalificaron muchos observadores, un hecho menor e intrascendente. En los círculos de expertos en comunicación sonaron todas las alarmas y se hicieron muchas preguntas: ¿tiene el Presidente el equilibrio emocional para la difícil tarea que tiene por delante? ¿Si reacciona así contra una periodista “aliada” (Silvia Mercado es reconocidamente liberal), que quedará para cuando las cosas se compliquen más?
Silvia Mercado en una entrevista imperdible en La Hora de Maquiavelo, además de explicar qué sintió al ser agredida gratuitamente desde las redes sociales por el Presidente por la tierna información que dio sobre la mudanza de sus cuatro mastines -a los que el mandatario llama “mis hijitos de cuatro patas”- asesora gratuitamente a Milei como profesional de comunicación corporativa y gubernamental con larga trayectoria.
“Lo primero que tiene que hacer es entregarle a un experto sus redes sociales”, le recomienda para evitar otros exabruptos. Horas después de su furia tuitera contra Mercado, Milei volvió a exponer el riesgo de dejarle manejar sus redes sociales como si fuera un ciudadano común, o un político opositor en campaña: se puso a contestarle a una cuenta “fake” de X que emulaba al gobernador kirchnerista Axel Kicillof.
La cuenta no pretendía engañar a nadie, ya que no tiene tilde de verificación y su nombre indica obviamente que se trata de una parodia: @kichilove.
El problema de los mandatarios manejando sus propias redes sociales no es nuevo. Donald Trump lo hacía para atacar a medios y opositores. El tristemente célebre Alberto Fernández tuvo sus propias metidas de pata (o de dedos) con su Twitter en su mandato.
Barak Obama, por el contrario, entregó su celular y las claves de su cuenta de Twitter no bien asumió.
Por esas son comparaciones inútiles: En el caso de Trump, la justicia norteamericana podría llegar a decidir que no puede seguir adelante con su candidatura por su condena por la insurrección del 6 de enero. En el caso de Alberto Fernández, huelgan los comentarios.
Ya sonaron las primeras alarmas cuando el joven militante Iñaki Torres, artífice de la exitosa cuenta de Tik Tok de Milei durante la campaña electoral, usó el Twitter de Casa Rosada para exhibir “selfies” con su novia. Lo de la respuesta a la cuenta fake por parte de un presidente que debe abordar un país en gravísima crisis con la mitad de su población sumida en la pobreza fue la confirmación de la riesgosa comunicación de Milei y la urgente necesidad de que toda la comunicación presidencial y del gobierno esté concentrada en alguien con experiencia probada.
Pero el episodio de Mercado revela algo más grave: el riesgo de exponer -o dejar la percepción- de algo de lo que los medios todavía no hablan pero que ya es un “issue”: el estado de su equilibrio mental.
Los problemas de los presidentes más exitosos en la historia permanecieron ocultos en épocas en las que no existían las redes sociales: el público nunca se enteró de que Franklin Roosevelt era lisiado. No existía la TV en esa época, y los estadounidenses solo veían a su presidente sentado y lo escuchaban por radio.
Los franceses solo se enteraron de que el socialista Francois Mitterrand tenía una amante luego de su muerte.
En comparación, no pasaron 20 días de gobierno para que los argentinos sospechen que podrían tener al frente del gobierno a un líder incapaz de controlar sus impulsos. Para los inversores -extranjeros o locales- no es un tema de “color” intrascendente. El propio FMI, cuando anunció que reflotaba el acuerdo con la Argentina que se había caído con la desastrosa gestión económica de Sergio Massa, lo dijo claramente: “ahora esperemos que el plan de Milei logre apoyos políticos”. ¿Están percibiendo en Washington que el gobierno de Milei -naturalmente débil por contar con pocos legisladores propios- tendrá dificultades para cerrar alianzas? ¿La idea de mezclar en un decreto de “necesidad y urgencia” algunas medidas imprescindibles y urgentes con muchas que no tienen ninguna urgencia, fue una estrategia política brillante para sentarse a negociar, o una propuesta atropellada?
Mercado, que fue vocera de las profundas transformaciones en el sector agrario que llevó adelante el presidente Carlos Menem en los 90, destaca que “La personalidad desbordada de Milei produjo con su reacción contra mí una verdadera crisis de gobierno”.
Según la experta en comunicación, es “razonable que esto preocupe a los inversores” sobre el lamentable episodio que la tuvo a ella involuntariamente en el centro de la escena.
También Mercado se compadeció del rol del vocero presidencial, el economista y columnista Manuel Adorni, que solo atinó al día siguiente del episodio a pedirles a los periodistas en la sala de prensa de Presidencia “que lo cuiden a él, porque lo pueden echar”.
El Presidente, en su furia tuitera, amenazó a Adorni de que con informaciones como las que dio Mercado sobre el paradero de sus perros, lo podría echar.
“La comunicación de gobierno es otra cosa”, dijo la periodista y comunicadora corporativa, que explicó que hay una tensión interna entre el experto en comunicación de campaña, Santiago Caputo, y los jóvenes que manejan sus redes sociales, que no tendrían del todo claro la diferencia entre comunicación de campaña electoral y la comunicación de gobierno.
El gobierno necesita urgente a un profesional con experiencia que cuide a Milei de la comunicación de Milei.
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