Gabriela Cerruti fue elegida como vocera del presidente Alberto Fernández luego de que su anterior vocero y principal PR y confidente, Juan Pablo Biondi, presentara la renuncia en medio de constantes críticas y acusaciones del ala dura del kirchnerismo. La vicepresidenta y su hijo lo acusaban de “operar permanentemente en contra”.
Pero Biondi cumplía con el principal requisito para ocupar el cargo: era respetado y valorado por el periodismo y contaba con credibilidad. Biondi venía de años de trabajar como consultor de PR. Cerruti saltó de un “periodismo militante” de izquierda a militar políticamente para el kirchnerismo. El salto requiere algo más que haber conocido el periodismo desde “ese lado del mostrador” y compartir con el ala dura del gobierno sus visiones más extremistas.
Desde el día uno Cerruti dejó en claro que le importaba poco el vínculo con el periodismo y que su rol no era repetir la información o visión del presidente, sino dar su visión y, de ser necesario, confrontar con el periodismo y aleccionarlo sobre cómo debe hacer su trabajo.
Así atacó a periodistas por usar un off the record confrontado con diversas fuentes, criticando que “no saben ejercer su oficio”, como si ella misma no hubiese vivido usando el off the record y como si su jefe, el Presidente, no hubiera sido un verdadero “astro” de la modalidad de hablar con el periodismo pidiendo que no se identificara a la fuente.
Pero la semana pasada llegó al cénit de su carrera como “portavoz” presidencial cuando intentó aleccionar a la prestigiosa Silvia Mercado -que también tiene una larga trayectoria como vocera y consultora de PR- sobre qué preguntas corresponde y qué preguntas no “corresponde” que haga un periodista.
Mercado le preguntó sobre los rumores que están -y siguen estando- en los medios y en la calle acerca de una posible renuncia del presidente Fernández en medio de una crisis que lo supera. “Esa pregunta no debe ser ni formulada ni respondida”, le espetó la “portavoz”. La trató de “especuladora” y hasta se animó a fantasear en plena sala de prensa de la Casa de Gobierno con que “el dólar blue” (informal) está bajando, cuando lo que está sucediendo es todo lo contrario, al compás de una crisis política y económica que se tornó inmanejable para el gobierno de Alberto Fernández.
Ahora Adepa, la Asociación de Entidades periodísticas argentinas, le dedicó un comunicado a la “portavoz” titulado “otra vez la intolerancia gubernamental contra la prensa”.
Adepa, la principal representación de los medios periodísticos argentinos, destacó una “escalada de acusaciones a la prensa por parte de referentes del oficialismo que, en lugar de esclarecer e informar, busca descalificar al periodismo.
Adepa criticó duramente la actitud de Cerruti de calificar preguntas como “indebidas” y recordó que días atrás había acusado a los medios de generar “terrorismo” por informar sobre faltantes de alimentos en supermercados.
La entidad que preside Daniel Dessein (La Gaceta de Tucumán) también recordó que la vocera sostuvo en una entrevista en la estatal Radio Nacional que los medios, junto con la justicia, serían los actores más desprestigiados del país. Esa información es absolutamente falsa: ningún ranking de prestigio o reputación de sectores ubica a los medios en un sitio de desprestigio, como sí lo sufre en la Argentina la política, la Justicia y el sindicalismo.
En comparación, los medios se encuentran en un rango intermedio, y los argentinos valoran los medios a los que apelan para informarse -por lo menos mucho más que a la política.
Entre otros aspectos, se destaca dentro del informe de Adepa un detallado recuento de agresiones, descalificaciones y llanas mentiras de la vocera contra los medios.
Pero, en tren de aleccionar qué preguntas se pueden o no se pueden hacer y quién usa el off the record adecuadamente, como pretende Cerruti, el informe de Adepa culmina con un “tip” que deberían seguir todos los comunicadores de gobierno: “Insistir en ese tipo de pleitos desde el gobierno conduce inexorablemente a exacerbar la intolerancia que predomina en las posiciones radicalizadas y llevarla a extremos que harían mucho mal al país”.