Por Diego Dillenberger
En inglés se dice “too little, too late”: demasiado poco, demasiado tarde. Es lo que se podría sacar como conclusión del regreso mediático a toda orquesta del ex presidente argentino Mauricio Macri, la semana pasada. Una encuesta propia a profesionales argentinos de PR del sector privado y público indica que el nivel de autocrítica del ex presidente fue “insuficiente” para el 58 por ciento y “suficiente” para el 35 por ciento de los 71 profesionales de un panel de 500 que contestaron el sondeo.
A qué se refieren con autocrítica del presidente: admitió que se equivocó al priorizar la “buena onda” y las expectativas positivas que generó su triunfo electoral en 2015 antes que confrontar a la población con la mala noticia de que para cumplir con sus múltiples promesas electorales, antes se debían hacer importantes reformas estructurales, y para eso había que explicar la realidad y de entrada.
Pero en lugar de admitir que su gestión fue deficiente, Macri sorprendió criticando a sus principales “armadores políticos”, casualmente, de origen peronista: Rogelio Frigerio, ministro del Interior que tuvo a su cargo la difícil negociación con las provincias peronistas, y Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados. Los dos son considerados los únicos que -contra la estrategia aislacionista del jefe de Gabinete, Marcos Peña- bregaban por acuerdos políticos más amplios con la oposición. Por lo tanto, para muchos, la tibia autocrítica inicial del ex presidente quedó en la nada al buscar nuevos e insospechados responsables de su fracaso como gestor de gobierno.
“Enterró a los únicos dos que le resolvieron la cuestión política en su gobierno. Cero autocrítica”, dijo un encuestado en el sondeo anónimo.
“Creo que falta un mensaje autocrítico y un plan verdadero fuera de un marketing propio”, comentó otro apuntando al problema de fondo, que es que Macri todavía no aclaró si hoy tiene un diagnóstico más realista de la Argentina, a casi un año de haber dejado un gobierno en el que no pudo cumplir ninguno de los tres objetivos que prometió al asumir: pobreza 0, inflación de 1 dígito y más puestos de trabajo.
Otro ejemplo es que el ex presidente buscó un relato para cubrir su falta de autocrítica: “Durante la campaña electoral tanto yo como Scioli nos concentramos en negar la realidad económica y por eso después ya no me animé a decir la verdad de la herencia”, dijo en la entrevista. Cualquier memorioso puede recordar que esto no fue así. Por el contrario: aun sin esbozar un plan concreto, la campaña que llevó a Macri al triunfo se la pasó criticando el desastre económico que iría a heredar. Y cualquier desmemoriado podría preguntar: ¿Si ambos candidatos pintaron una situación económica tan rosada, cómo hizo el opositor Macri para ganarle al poderoso peronismo gobernante?
De todos modos, el atisbo de autocrítica, aunque buscando nuevos culpables, es “algo” más que lo que había hecho el ex mandatario en el balance de gestión que hizo antes de dejar el poder, cuando le echó toda la culpa de su fracaso en lo económico a la sequía de 2018 y al aumento de la tasa de interés a nivel mundial.
Por algo el promedio de las calificaciones de su primera de varias reapariciones mediáticas -la entrevista que le concedió al periodista Joaquín Morales Solá en el canal TN- le valió una nota promedio aceptable, de 7. No es un dato menor, cuando sus promedios por estos mismos profesionales no llegaban al 5 hacia el final de su mandato.
Por algo los profesionales juzgaron, mayoritariamente, que el timing de la reaparición mediática del ex presidente estaría “ok”: Cabe recordar que la entrevista se transmitió el lunes 13 de octubre, al día siguiente de un impresionante “banderazo” de protesta de ciudadanos opositores, y que observadores calificaron la elección del momento del relanzamiento del ex mandatario como un posible intento de capitalizar o directamente apropiarse de ese “banderazo”.
Solo un tercio de los profesionales encuestados sostienen que el momento elegido por el ex presidente para volver a los medios y la escena política fue “inoportuno”.
Algunos lo expresaron concretamente: “No era el momento. Macri, creyó que era una marcha en su favor”, sostuvo un encuestado. “Su reaparición, el día de una marcha opositora, le quitó protagonismo a la expresión popular. Le dio letra al oficialismo”, sostuvo otro. Y uno, más enojado, dijo: “Una vergüenza, perjudicó a la marcha”.
En donde está más dividida la visión de los profesionales de PR es en juzgar si la reaparición mediática de Macri aporta a mejorar la adhesión a Juntos por el Cambio, como se llama hoy la coalición opositora: el 51 por ciento sostiene que no aporta, mientras el 20 por ciento considera que sí, y el 27, que “tal vez”.
Lo cierto es que esta autocrítica “bajas calorías” estuvo bastante lejos de la que hizo la ex ministra de Seguridad y hoy presidenta del partido PRO (fundado por Macri), Patricia Bullrich pero que quedó en el tintero, seguramente a la espera de qué movida iba a hacer el ex presidente Macri en materia de aceptar sus errores de gestión y explicar si entendió qué hay que hacer con el país para que abandone la decadencia.
Ahora quedó más claro: la autocrítica del ex presidente será más bien limitada y compensada con pases de factura a funcionarios de su propio equipo. Es evidente que a la oposición no le alcanzará para recuperar algo de la credibilidad perdida en materia económica y así empezar a intervenir en el debate en momentos en que la Argentina vuelve a naufragar, y los opositores no pueden dar vuelta la hoja de una gestión económica que fue tan deficiente que repuso en el poder al kirchnerismo.
Por lo pronto, la reaparición de Macri, hoy -a la par de la vicepresidenta Cristina Kirchner- el político de peor imagen de la Argentina, le garantiza al gobierno kirchnerista un lastre para la oposición y un impulso para el armado liberal que busca atraer a ex votantes de Cambiemos enojados con Macri y así dividir al electorado opositor: un alivio para un mandato desorientado y totalmente desgastado a 10 meses de empezar.
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