Parte 2 de 3: Mitos, prejuicios y goles en contra de las farmacéuticas
Por Nina Michanie

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Los laboratorios farmacéuticos no gozan de buena imagen en el mundo. No obstante, la pandemia está empezando a cambiar esa percepción de la sociedad gracias a la posibilidad de que desarrollen una vacuna o una cura para el coronavirus. Sin embargo, la ansiedad de la opinión pública mundial se convirtió en un desafío enorme de gestión de expectativas para las big pharma. Leer la primera parte aquí.

Hugo Sigman, dueño del grupo Insud

En Argentina, muchos de los mitos de la industria giran en torno a Hugo Sigman. El sexto empresario más rico del país es dueño del Grupo Insud, conglomerado que engloba al diario Le Monde diplomatique, la productora de cine K&S Films (responsable de Relatos salvajes y El clan) y los laboratorios Elea Phoenix y mAbxience, entre otros. Éste último producirá 250 millones de dosis de la vacuna contra el coronavirus para América latina, y Argentina le comprará 22.4 millones. ¿El precio? Alrededor de cuatro dólares, la cifra más baja -por ahora- de todas las vacunas que estarían disponibles: el laboratorio Moderna la vendería a 32 dólares; Pfizer, a 18, y Johnson & Johnson, a 10.

Además de tener un precio muy bajo, en el entorno de Sigman aseguran que empezarán a producir la vacuna a riesgo, antes de que ésta sea aprobada, por lo que podrían llegar a tener que destruir todas las dosis si la fórmula terminara siendo rechazada. Se trata de un temor que se torna más real tras el anuncio de la puesta en pausa de los ensayos de AstraZeneca. De todos modos, en la búsqueda de una cura para el virus, la vacuna constituye el tercer intento al que se arriesgó el empresario: fuentes internas revelan que desde el comienzo de la pandemia ya invirtió en hidroxicloroquina y dióxido de cloro, y debió dar marcha atrás cuando ambos se descubrieron inefectivos.

Comunicar las maneras en la que el Grupo Insud intenta ayudar a la sociedad podría mejorar la imagen de Sigman, sobre quien se ha dicho desde que sembró aftosa en el norte del país para vender la vacuna contra esa fiebre bovina hasta que su laboratorio Elea Phoenix aumentó en un 500 % el precio del alcohol en gel antes de la pandemia. También, que es íntimo amigo de políticos como Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández y que formó parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una organización guerrillera marxista que buscaba imponer el socialismo en Argentina durante los años 70.

Comunicar las maneras en la que el Grupo Insud intenta ayudar a la sociedad podría mejorar la imagen de Sigman.

Ninguna de esas aseveraciones pudieron ser verificadas: al día de hoy, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) no ha podido comprobar de dónde provino el brote de fiebre aftosa del año 2000. Si bien se ha registrado un aumento del 628 % del precio del alcohol en gel desde enero de este año hasta agosto, esa cifra es un promedio de todas las empresas que producen el producto. Sigman perteneció al partido comunista pero no al ERP y, en sus palabras, citadas en una entrevista que brindó al diario Clarín el 29 de agosto, ‘‘(…) No tengo relación ni con Cristina ni con Alberto’’.

Sí se ha comprobado, en cambio, que mantiene vínculos estrechos con dos políticos quienes, coincidentemente, ocuparon cargos en el Ministerio de Salud. Sigman fue al colegio secundario Nacional N° 17 con Ginés González García, actual ministro de Salud de la Nación, y es amigo de Juan Luis Manzur, hoy gobernador de Tucumán y ex ministro de salud nacional. Cuando se produjo el brote de la gripe A en Argentina, Manzur organizó una reunión entre Sigman y la entonces presidenta Cristina Kirchner, quien propuso abrir una licitación para la vacuna contra la epidemia; la ganaron el suizo Novartis, Elea Phoenix y Biogénesis, dos laboratorios del grupo Insud. ‘‘Yo a Manzur lo quiero mucho’’, dijo Sigman en la entrevista anteriormente mencionada.

 

Informar con verdades     

Combatir la desinformación es una estrategia clave para derrumbar los mitos de la industria. Por eso, antes de la pandemia, la cámara de laboratorios extranjeros CAEMe había preparado un plan de comunicación que buscaba derribar las falsas creencias y resaltar los aspectos que la sociedad no conocía. El sector de los laboratorios es el número 1 en inversión privada en investigación y desarrollo en el país: concentra el 27 % del total de la inversión privada de Argentina. Además, el 47 % de sus empleos son profesionales, y goza de paridad de género en todos sus niveles, incluyendo las gerencias y los directorios. Pero claro: por más que eso sea cierto, si no se comunica y la sociedad no lo sabe, casi que deja de serlo.

Combatir la desinformación es una estrategia clave para derrumbar los mitos de la industria.

Eduardo Franciosi, director ejecutivo de la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA)

 

Hoy el público demanda conocer a quién le compra, y si no está de acuerdo con las prácticas de una empresa, ya no se limita a dejar de consumir sus productos: la denuncia en redes sociales y, en el lenguaje juvenil, ‘‘la cancela’’. Además, existe una relación directa entre la confianza que una sociedad deposita en determinado sector y las regulaciones a la que éste es sujeto. Los sectores con alta aprobación social, como los de la energía renovable o vinos, están poco regulados hasta fiscalmente: por el contrario, incluso reciben incentivos. Fernando Giannoni, director de Asuntos Externos en la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales, explica que la situación es completamente opuesta para las industrias del tabaco o la minería, indicando que los laboratorios están dentro de ese grupo de empresas más vigiladas. 

A eso se debe, en gran parte, el fenómeno de las marcas a conciencia o activistas, que se comprometen profundamente con las causas que abanderan. Antes, una compañía podía comunicar que había firmado políticas de paridad de género y con eso bastaba. Ahora, debe exhibir la nómina de su directorio y mostrar qué porcentaje está compuesto por mujeres. En otras palabras: además de comunicar, debe hacer (en inglés, ‘‘walk the talk’’). La sociedad actual exige una coherencia entre lo que una empresa dice y lo que hace, y el costo por no cumplir con esa coherencia se vuelve impagable. ‘‘Las empresas del futuro serán a conciencia o no serán, porque la sociedad no las dejará operar’’, resume Giannoni.

La sociedad actual exige una coherencia entre lo que una empresa dice y lo que hace.

Eduardo Franciosi es director ejecutivo de CILFA, la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos, entre cuyos asociados se encuentran los laboratorios pertenecientes al Grupo Insud. Explica que la pandemia les dio la posibilidad de reforzar que el farmacéutico es un sector esencial y estratégico para la política de salud del país, por lo que en marzo pusieron al aire la campaña ‘‘Cuando se cierran las fronteras’’ . Ésta recalcaba el valor de la industria nacional como proveedora de medicamentos a los argentinos. Para la post pandemia, ya han preparado ‘‘Nuevas respuestas’’, un spot que pone de relieve los beneficios de la producción nacional de materias primas farmacéuticas, con el fin de, eventualmente, dejar de depender del abastecimiento exterior.

La pandemia les dio la posibilidad a los laboratorios de reforzar la idea de que es un sector estratégico para el país.

Además, hace unas semanas, CILFA presentó un video en reconocimiento a la trayectoria de Hugo Sigma el que se lo describe como ‘‘un hombre visionario que anticipó la importancia para el país (…) de contar con producción nacional de materias primas farmacéuticas’’. El video termina proclamando: ‘‘Ojalá nuestro país pudiese contar con muchos más Sigman para salir de su estancamiento’’. El homenaje podría ser un intento de reemplazar, en el imaginario colectivo, las controversias del empresario por sus contribuciones. 

Gustavo Ripoll es gerente corporativo de Comunicaciones, Relaciones Institucionales y Sustentabilidad en Grupo Insud. De perfil bajo, es quien en este momento está ayudando a Sigman a mejorar su imagen y aprovechar la oportunidad que la pandemia está proporcionando a los laboratorios. 

Video en reconocimiento a la trayectora de Hugo Sigman
Fuente: Canal de Youtube de CILFA

 

Casos verídicos     

La mala prensa de los laboratorios, sin embargo, no tiene su base únicamente en mitos. Johnson & Johnson se convirtió en leyenda de PR en los 70 y 80 por cómo gestionó exitosamente la famosa crisis del Tylenol, pero no estuvo a esa altura en una reciente situación similar. Al laboratorio norteamericano se lo acusó de ser el principal promotor de la epidemia de adicción a los opioides que llevó a Estados Unidos a declarar una emergencia de salud pública en 2017. En un juicio histórico, la empresa fue condenada en 2019 a pagarle 572 millones de dólares al estado de Oklahoma por intencionalmente restarle importancia a los peligros de los opioides presentes en sus analgésicos. 

Se calcula que entre 1997 y 2017 murieron en Estados Unidos 400.000 personas por sobredosis. Para tomar dimensión, en las guerras de Vietnam y Afganistán murieron un total de 233.720 estadounidenses, por lo que el país perdió más ciudadanos por opioides que durante dos guerras.

La filial estadounidense del laboratorio Novartis también fue condenada, en julio de este año, a pagar 678 millones de dólares a la Justicia de Estados Unidos. ¿El motivo? Sobornar, durante casi una década y con cifras de seis dígitos, a cientos de médicos norteamericanos para que recetaran sus remedios. El modus operandi de la farmacéutica consistía en organizar programas de conferencias falsos: en vez de disertaciones sobre avances médicos, las escapadas incluían encuentros de pesca y golf, cenas con comida y alcohol de lujo en las que llegaba a pagar casi 500 dólares por persona, y jugosos honorarios por discursos. 

La empresa organizó alrededor de 12.000 eventos y gastó más de 100 millones de dólares para influenciar a médicos a que prescribieran sus medicamentos, para tener ventaja por sobre sus competidores. Novartis llegó a pagarle 200.000 dólares a un profesional que firmó 3.600 recetas por sus productos.

Hechos como el anterior contribuyen a crear una imagen más que negativa de la industria farmacéutica. Para tomar un ejemplo más local, el ex presidente Mauricio Macri anunció en noviembre del año pasado que la obra social PAMI podría comprar los medicamentos directamente a los laboratorios nacionales, sin intermediación de las cámaras que los agrupan. El acuerdo logró una gran rebaja en los precios de los remedios y un ahorro de 5600 millones de pesos –en ese momento equivalentes a 105.840 millones de dólares– para la obra social de los jubilados y pensionados, que es la más grande de América latina. Si bien el convenio fue bien recibido, también hizo que la sociedad se sintiera un poco disgustada con las cámaras intermediarias, cuya presencia evidentemente implicaba un gasto mayor. 

Otro personaje de la escena farmacéutica argentina es Alejandro Roemmers, el nieto de los fundadores de Roemmers, el laboratorio nacional más importante en términos de facturación: cuenta con el 10,4 % del mercado. En 2016, el heredero renunció a su puesto dentro de la empresa familiar –valuada en 1.800 millones de dólares– para ‘‘dedicarse a la literatura y la espiritualidad’’. 

Roemmers prefiere que se lo considere escritor en lugar de empresario, lo que le costó el título de ‘‘oveja negra’’ en la familia de magnates. Sin embargo, por más que haya proclamado su alejamiento del mandato establecido, sus acciones lo contradicen. Roemmers es amante de El Principito, y como es sabido que Antoine de Saint-Exupéry concibió su obra en Marruecos, eligió a la onírica ciudad de Marrakech como escenario para su sexagésimo cumpleaños. 

En 2018 invitó, con pasaje y estadía, a alrededor de 450 familiares y amigos a una celebración de tres días que costó seis millones de dólares e incluyó fiestas temáticas, shows musicales a cargo de artistas como Ricky Martin, una misa, un paseo en camello y un espectáculo ecuestre en el desierto de Agafay.

Las imágenes de la siguiente galería fueron tomadas por un fotógrafo de la Revista Caras, uno de los 450 invitados de Alejandro Roemmers

Sus invitados –personalidades como la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada, la empresaria Ana Rusconi y la princesa Norberta de Liechtenstein– están acostumbrados a este tipo de agasajos. Algunas veces al año, Roemmers se toma licencia de su cargo como presidente de la Fundación Argentina para la Poesía e invita a 20 amigos a recorrer el Mediterráneo en yate privado.

Aunque lleva publicados 13 libros, su opulencia y extravagancia le han ganado títulos muy ajenos a ‘‘escritor’’: por más que se haya retirado del directorio de la farmacéutica, sigue siendo accionista en ella y llevando su nombre, por lo que continúa representado al sector. Y lo cierto es que no contribuye a transmitir los valores de transparencia y responsabilidad que éste necesitaría para reconciliarse con la opinión pública. 

Roemmers, sin embargo, lo intenta: él explicó que su fiesta de cumpleaños fue una iniciativa solidaria, porque les pidió a sus invitados que no le regalaran nada, y a los artistas que no cobraran por sus presentaciones. Todo fue donado a distintas ONGS y parroquias que él eligió.

Una encuesta realizada por esta Revista en marzo de 2018 consultó a un panel de expertos de comunicación, conformado por aproximadamente el 80 % de estos profesionales de Argentina, sobre las implicancias que creían que la fiesta de Roemmers tendría en la imagen de la empresa en particular y del empresariado argentino en general. 

El informe indicó que un 42 % de los profesionales de comunicación creía que las celebraciones marroquíes tendrían un incidencia negativa en la imagen de la empresa y solo un 1 % pensaba que produciría una incidencia positiva. El 57 % restante consideraba que las celebraciones de Roemmers no incidirían en la imagen de su compañía familiar. Además, un 65 % de los expertos consultados creía que la fiesta produciría una imagen negativa en el empresariado argentino en general.

 

Mitos, prejuicios y goles en contra: los laboratorios farmacéuticos no gozan de buena imagen en el mundo. No obstante, la pandemia está empezando a cambiar esa percepción de la sociedad

 

Continuará.