Pero el caso más famoso en Argentina fue el del “ingeniero” Juan Carlos Blumberg, que intentó incursionar en política luego del sonado secuestro y asesinato de su único hijo, hasta que una maniobra de rivales políticos bonaerenses sacó a la luz que su título, que, según sostenía, le habría dado una universidad alemana que ni enseñaba esa carrera, resultó totalmente falso. Blumberg desapareció de la vida política.
Otro caso es el del actual ministro de Cultura de la provincia de Buenos Aires, Jorge Telerman, quien, a pesar de tener una demostrable trayectoria académica en las ciencias de la comunicación, nunca llegó a recibirse, y debió retractarse públicamente por permitir que lo llamaran licenciado en documentos oficiales cuando era alcalde de la ciudad de Buenos Aires. Los universitarios con título reciben en el Estado un plus salarial, de manera que el fraude no es solo simbólico.
También se especuló con que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que se hace llamar “doctora” y se autodefine como una “exitosa abogada”, podría no haber recibido el título que afirma que obtuvo en la Universidad Nacional de La Plata. De hecho, la Presidenta justificó buena parte de su fortuna con su labor de abogada, pero no hay registro de que hubiese actuado en ningún litigio legal patrocinando a nadie ante ninguna corte.
Pese a las dudas en los medios, nunca mostró su diploma y algunos profesores de aquella época no la recuerdan dando examen. Se confirmaría si las sospechas de fraude con el título son reales o infundadas probablemente luego de que en unas semanas deje su cargo y el poder.
Las revelaciones de que los logros académicos son falsos generan verdaderas catástrofes de imagen que en la era de las redes sociales son muy difíciles de resolver y prácticamente imposibles de borrar. También pasa en otras partes del mundo. Así fue el final de la carrera política del ministro de defensa alemán, el liberalKarl-Theodor zu Guttenberg, que copió su tesis doctoral. Perdió el grado de doctor, el cargo y la carrera política. El noble liberal germano nunca se recuperó.
Pero la actividad privada también tuvo sus escándalos. El más reciente fue el del CEO de Yahoo!, Scott Thompson, que mintió en su curriculum sobre posgrados de informática y contabilidad del Stonehill College de Massachusetts. No fue el único: Ronald Zarrella, de Bausch & Lomb, nunca obtuvo el título que dijo en su curriculum que obtuvo en la escuela de negocios de la New York University. No lo echaron, pero en 2008 le hicieron devolver un bonus de más de un millón de dólares.
Otro caso fue el de Marilee Jones, nada menos que decana de Admisiones en el ultraprestigioso MIT: fraguó un título del Union College y el Medical College de Albany, instituciones a las que ni asistió. Debió renunciar.
Otro caso fue el de Jeff Papows, de Lotus Corporation, que hasta inventó grados militares que jamás obtuvo y un doctorado de la Pepperdine University. Incluso inventó que era huérfano, cuando sus padres vivían. Debió renunciar.
Otro más grave: Dave Edmondson debió renunciar como CEO de RadioShack, luego de que se descubriera que nunca pudo obtener un título de psicólogo en el Pacific Coast Baptist College, porque en esa institución –no acreditada- ni siquiera se enseña psicología. Otro escándalo fue el de Patrick Imbardelli, CEO de Asia Pacífico de la cadena hotelera Intercontinental. Mintió que tenía un título de grado en negocios de la universidad australiana de Victoria. Debió renunciar.
Mientras tanto, desde Estados Unidos llega la noticia de que hay consuelo para falsificadores de títulos académicos. Ese fue el caso de David Tovar, vicepresidente de Comunicaciones de Walmart. Estaba a punto de ser ascendido a vicepresidente senior luego de ocho años en la empresa más grande del mundo. Pero durante un chequeo de rutina de su curriculum, el departamento de Recursos Humanos descubrió que había mentido acerca de que tenía un título de grado de la Universidad de Delaware en 1996. Había asistido, pero no terminó los estudios.
En una nota con la revista PR Week, Tovar, ya fuera de Walmart, explicó que “no bien salió a la luz el tema, decidí aplicar mis conocimientos de comunicación y resolví que lo correcto era ser totalmente transparente con mi equipo, mis suborinados, superiores y conmigo mismo y aceptar que cometí un error”. El siguiente paso que dio Tovar fue explicarle a esa gente qué es lo que hará para remediarlo: crisis management clásico y de manual.
Tovar debió renunciar pero aprovechó el triste “momento de fama” que le dieron los medios para llevar a cabo una serie de entrevistas y contactos con periodistas. Habló abiertamente con The New York Times y la agencia Bloomberg, por ejemplo, para instalar su relato de arrepentimiento. La estrategia era ser honesto y abierto con su error, pero a la vez destacar los logros de su importante carrera profesional como comunicador institucional y explicar que iba a volver a las aulas para obtener su título realmente.
El próximo paso fue resolver el meollo del problema: sentarse a estudiar y obtener su grado académico. Incluso creó un blog personal para hacer públicos sus avances académicos día a día.
No todos los empleadores se convencieron de la acción de arrepentimiento –y PR- de Tovar. “Dependiendo de la cultura de la empresa, algunos empleadores ya no me aceptarían bajo ningún concepto, pero otros me verían con interés”, explicó a la revista.
Tuvo suerte con la telco Sprint. Fue presentado por la agencia de PR Golin Harris, con la que Tovar había trabajado durante su carrera en Walmart. Doug Michaelman, el dircom de Sprint, dijo que sabía de la “macana” que había cometido Tovar, pero que quedó impresionado por su exitosa estrategia personal de PR para recuperar su reputación y consideró muchos logros de su carrera como “brillantes”.
Tovar asumió en julio como vicepresidente de Comunicación de Sprint. Fue abierto y honesto sobre el traspié de su carrera con sus subordinados y los invitó a preguntarle lo que quisieran sobre aspectos vinculados al tema.
Como se ve: no todo está perdido. La clave es la honestidad, el arrepentimiento y la acción remediadora. Pero, por sobre todas las cosas: buena estrategia de PR. Teléfono para unos cuantos políticos argentinos.