El asesor estrella del gobierno asegura que con su levantada de perfil buscó “llevarse la marca” para que los medios se enfoquen en él y no en los errores del Presidente. Pero evaluaron como mala la estrategia del monje negro de Milei para defender al gobierno.
Por Diego Dillenberger
“Soberbio”, “improvisado”, “peligroso”: algunos de los calificativos que le adjudicaron al asesor estrella y hombre fuerte del poder, Santiago Caputo, sus colegas expertos en comunicación. Es el resultado de una nube de palabras en un panel a más de 70 profesionales de comunicación empresaria y consultores políticos que evaluaron la performance del cada vez más polémico “mago del Kremlin”.
De perfil aparentemente bajo, desde el arranque mismo del gobierno de Milei los medios pusieron la mira en el misterioso joven asesor sin cartera como alguien oscuro con el máximo poder: colocó a su gente al frente de los servicios de inteligencia, de la agencia impositiva y maneja el Ministerio de Justicia: es el hombre clave en los puestos más sensibles del poder.
Sin embargo, la función original de “Peaky Blinders” -por su parecido con el protagonista de esa serie de streaming de gangsters- era la de asesorar a Milei en comunicación y estrategia y manejar su ejército de “trolls” en las redes sociales. De “guardián del relato libertario”, Caputo pasó a convertirse en el monje negro del Presidente.
Pero en las últimas semanas, esa tercera punta del “triángulo de hierro” con los hermanos Milei, voluntaria o involuntariamente se alzó con tanto protagonismo que empezó a opacar al Presidente arrastrándolo a nuevas crisis de imagen: ganó los medios y las redes sociales con la filtración de su intempestiva interrupción de la entrevista en TN con la que Milei pretendía empezar a salir de las consecuencias del $Libragate.
A Caputo no le había gustado que el Presidente durante la entrevista buscara evadir su responsabilidad en la divulgación del memecoin afirmando que creía que si usaba su cuenta personal de X para promover la criptomoneda, el primer mandatario automáticamente se convertía en un ciudadano twittero común y corriente.
Mostrándose interrumpiendo y soplándole al oído al jefe de Estado, Caputo quedó en un incómodo lugar de “titiritero” de Milei y terminó subrayando que su jefe todavía no tiene del todo claro que es el jefe de estado de la Argentina y no deja de ser el presidente a partir de las seis de la tarde: Caputo puso a Milei en el lugar de “títere”.
El curioso “relato” que partió de la Casa Rosada -o sea del propio Caputo- fue que el asesor juvenil lo hizo para “llevarse la marca” y que así se hablara más de su impertinencia que del escándalo con la “shitcoin” $LIBRA en sí, que promocionó Milei como forma de financiar a emprendedores argentinos y a las pocas horas se derrumbó haciendo millonarios a un par de sospechosos.
Pero la última intervención del mago del Kremlin fue más compleja: cuando luego del discurso del Presidente para la apertura de sesiones ordinarias del Congreso fue a buscar al diputado radical Facundo Manes para encararlo porque el neurólogo le había gritado desde su banca en la Asamblea mostrando un ejemplar de la Constitución, lo hizo a sabiendas de que que estaba rodeado de cámaras y periodistas.
La cara de Caputo enfrentando amenazante a Manes lo ubicó en un lugar en el que pasó de guardián del relato a ser un barrabrava del Presidente.
Si la idea fue “llevarse la marca” como un delantero en el fútbol que busca despejar el campo para que otro haga el gol, un análisis de la consultora AdHoc en las redes sociales midió que ese día en el “mundo Milei” (las redes sociales) la conversación fue 52 por ciento negativa contra 38 positiva, y el principal protagonista de ese “rojo” en las redes sociales fue Caputo.
En comparación, en la primera apertura de sesiones, la negatividad solo llegaba al 38 por ciento. Para la consultora, Caputo opacó el discurso de Milei.
¿Habrá querido el mago del Kremlin tapar algunos errores problemáticos de la propia alocución del Presidente? ¿Habrá sido otra forma de “llevarse la marca”?
Hubo solo una mención indirecta de Milei al $Libragate durante el discurso de más de una hora que se ganó un lugar como el más extenso de la democracia. No fue precisamente una mención esclarecedora: “Hablame de estafa piramidal”, dijo socarronamente mirando al costado, donde supuestamente estaba la oposición. A los televidentes no les quedó claro a quién se refería, porque la orden a los camarógrafos era no mostrar a los opositores y solo se admitieron cámaras oficiales en el recinto.
También habían ordenado que el plano central de la cámara que mostraba al Presidente debía “guillotinar” a la vicepresidenta Villarruel: una crueldad notable.
El “hablame de estafa piramidal” fue una forma del Presidente de rematar una larga enumeración de malversaciones al Banco Central “de 110.000 millones de dólares en los últimos 25 años”.
El discurso fue una redacción conjunta de Milei y Caputo. ¿Esa involuntaria admisión de que la presunta estafa piramidal con la criptomoneda era mucho menor en monto, si se la comparaba con diversas malversaciones anteriores, se salió de libreto?
¿Habrá caído en cuenta Caputo que en ese momento su jefe acababa de autoincriminarse admitiendo que su presunto delito era un tema menor -en la comparación- y buscó nuevamente “llevarse la marca” para que se hable de su comportamiento prepotente y no del desliz presidencial?
Dos tercios del panel de expertos, convocado por la revista Imagen, evalúa que la estrategia comunicacional para enfrentar la crisis del criptogate es “mala” o “muy mala”. Tres de cada cuatro expertos consideran un error táctico que el Presidente buscara minimizar el criptogate comparándolo con hechos anteriores de corrupción.
Pero los errores de estrategia -sean consensuados o no con el joven Caputo- están horadando la credibilidad del Presidente. Según la última encuesta de Proyección, con 51 por ciento de descrédito contra 38 de confianza, Milei ya había terminado febrero en su punto más bajo: la crisis del $LIBRA afecta más aún uno de sus principales atributos que es la credibilidad de un outsider que ganó ofreciéndose al electorado como alternativa a “la casta corrupta” y como un genio en economía.
Quizás el jueves empezó el gobierno a desandar algunos de los errores estratégicos en la comunicación de Milei. Cuando el tío de Santiago Caputo, el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, admitió por primera vez que “hay productos que están caros en dólares” -aunque dijo que devaluar no sería la mejor solución- abrió la puerta a empezar a salir de un atolladero en el que se metió hace meses la estrategia comunicacional presidencial: que “no hay atraso cambiario”.
Un ejemplo de la furia presidencial ante cualquier “mandril econochanta” que sostuviera que el atraso cambiario es un problema para el que el plan económico todavía no tiene solución fue cuando echó de la embajada en la OEA a la hija de Domingo Cavallo, porque el ex ministro opinó que Milei debía empezar a pensar en resolver ese problema.
¿Habrá tratado Luis Caputo de ayudar a su sobrino a resolver uno de los errores comunicacionales centrales del gobierno libertario?
El discurso oficial es un campo minado comunicacional: la salida del cepo “a más tardar el 1 de enero de 2026” puede llevar a los argentinos a pensar que después de las elecciones puede venir otra devaluación; las expectativas de que un acuerdo con el FMI traiga dólares frescos, cuando lo más probable es que solo se trate de dólares para que la Argentina no tenga que usar reservas para pagarle al fondo, puede terminar en otro tiro en el pie.
Si ese es el caso, ¿qué pasará con la credibilidad del gobierno, que alentó expectativas de dólares frescos para poder salir del cepo sin devaluar?
La credibilidad comunicacional de un gobierno no solo debe servir para mostrar buenos números en las encuestas: los mercados también tienen que confiar en la palabra presidencial.
Desafíos comunicacionales que requieren algo más que “llevarse la marca” ante una metida de pata presidencial.
“Peaky Blinders” Caputo: ¿de asesor estrella a “barrabrava” de Milei?