Mercado es una peronista que trabajó en comunicación de la función pública para el secretario de Agricultura Felipe Solá en los 90 y el ministro de economía Jorge Remes Lenicov, en medio de la tormenta por la bestial salida de la convertibilidad, en 2002. Tan peronista es Silvia Mercado que su nick de Twitter es @sievitaviviera.

El hecho de adentrarse en la oscura historia de este “Big Brother” de la comunicación política vernácula para Mercado fue un doloroso choque cultural. La ex redactora del diario Página/12 confiesa que, como peronista, “fue terrible, me quebré emocionalmente muchas veces, y en un momento tuve mucho miedo de quedarme sin amigos”, dice en la última edición deLa Hora de Maquiavelo(domingos 22 horas por Metro).

El peronismo y la experiencia en la función pública y como consultora de PR de empresas privadas de Silvia Mercado no son un dato menor al abordar este libro imprescindible para todo interesado en la comunicación política y de gobierno: Mercado se topó, al estudiar a ese olvidado Alejandro Raúl Apold, con un brillante comunicador de la función pública, pero también con un verdadero discípulo de Joseph Goebbels. Los mayores lo recuerdan aún por haber asfixiado y cerrado el diario La Prensa, que por entonces era por lejos el de mayor circulación de habla hispana. La Prensa era el New York Times en castellano: un verdadero orgullo para la Argentina.

Y mientras silenciaba a La Prensa, Apold construyó un poderosísimo monopolio gubernamental de propaganda en el que no había posibilidad del más mínimo disenso.

Al igual que el mefistofélico ministro de Propaganda nazi, Apold también era un gran profesional: el libro reproduce dos detallados planes de comunicación para el gobierno de Perón. Pero a diferencia de Goebbels, que solo ayudó –significativamente, vale reconocer- a lavar los cerebros de millones de alemanes para que Hitler generara el holocausto y llevara a su país al cataclismo de la Segunda Guerra Mundial, Apold, nuestro “Gran Hermano” –según Mercado- es el verdadero artífice del “peronismo”, el “cerebro” del culto a ese personalismo extremo que sobrevive en Argentina 40 años después de su muerte.

“Apold tenía un equipo de 1.500 colaboradores en su subsecretaría de Informaciones y Prensa, copiada de un organismo idéntico de la Italia fascista. Ahí concentraba todo lo que tuviera que ver con comunicación, cine, radio, cuotas de papel de diario, el ghostwriting de Perón y hasta tenía un servicio de inteligencia propio”, explica Mercado. “El partido se llamaba oficial e institucionalmente Partido Peronista, y Apold contribuyó significativamente a invisibilizar a todas las segundas líneas, él incluido, que encumbraron a Perón”, explica Mercado. Así se generó el mito de que sólo existía Perón y nada más que Perón. Tras el golpe de 1955 el partido pasó a llamarse Partido Justicialista.

“En ningún lugar del mundo, por más autoritario que fuera el partido, adoptaba oficialmente el nombre de su líder”. Hoy incluso en Venezuela, el partido chavista se llama oficialmente Partido Socialista único.

“Apold fue un gran relacionista público, fue una suerte de Bernays argentino”, dice Mercado por Edward Bernays, el primer gran teórico y práctico de las PR. Apold, aun sin tener estudios académicos, llegó a desarrollar sus propias –y muy avanzadas- teorías de la comunicación, que se pueden apreciar en los anexos del libro de Mercado. “Apold fue el creador del mito del peronismo y todos sus símbolos”.

De hecho Apold hablaba de “la creación” de noticias y acontecimientos, término usado 40 años después por el semiólogo Eliseo Verón, pero también emparentado con la “creación de relato” del actual sistema comunicacional del kirchnerismo.

Mercado rescata dos acontecimientos “creados” por Apold muy trascendentes de entonces que afianzaron el “relato” peronista: la marcha de “descamisados” pidiendo por la libertad del detenido coronel Perón, el 17 de octubre de 1945, y el “Renunciamiento Histórico” de Eva Perón en 1951, escenificado con el mismo arte de una Leni Riefenstahl (la cineasta de Adolf Hitler) o Javier Grosman, director de TV y gurú presidencial de la escenificación de muchos actos de Cristina Kirchner.

Pero El inventor del peronismo no solo es una obra para profesionales de la comunicación o amantes de la historia política argentina. El libro sirve para entender la desesperada búsqueda del kirchnerismo por sofocar toda opinión o información que cuestione el “relato” oficial.

De hecho el atrapante arranque del libro reconstruye una escena de 2008 en la Quinta Presidencial de Olivos, en plena “Guerra del Campo” de la presidenta argentina contra los productores agropecuarios: un longevo ex amigo de Apold visitó por esos días al entonces ex presidente y hombre fuerte Néstor Kirchner para darle detalles de cómo trabajó el Goebbels argentino el disenso en los 40 y 50. En ese momento Clarín, La Nación y otros pocos medios, confrontaban los ataques de la presidenta a la protesta agraria con voces críticas de la oposición y el agro. El misterioso ex amigo de Apold desplegó ante Kirchner su amarga receta: silenciar toda crítica hasta que no vuele una mosca.

La autora sostiene que de esa reunión habría surgido la polémica ley de medios, aprobada en 2009, con la que el kirchnerismo apunta a destruir al Grupo Clarín y dificultar el desarrollo del periodismo privado e independiente en radio y TV.

Por eso entender al Apold de hace 60 años sirve para entender al peronismo de ayer y al kirchnerismo de hoy, que no es otra cosa que un revival del peronismo de aquella época.