Pasó casi inadvertido para el público argentino, aterrado por la crisis económica y política que azota a su país. Pero el “cerrado” juicio por calumnias de la empresa Dominion contra el canal Fox, además de interesantes lecciones de comunicación de crisis, trae un tema de fondo para el ejercicio de la comunicación empresaria: la posibilidad de demandar a un medio argumentando judicialmente “real malicia”, y que este no pueda usar esa misma cláusula para defenderse.
Esta doctrina nació en 1964 en Estados Unidos con un fallo de la Corte Suprema, y 30 años más tarde fue incorporada en la Constitución argentina actual, de 1994: el principio consiste en que un medio puede equivocarse, siempre y cuando no lo haga con “real malicia” o mala intención, porque el bien supremo a custodiar es la libertad de prensa y expresión.
En la Argentina la doctrina ya se aplicó a favor de periodistas y medios en varias oportunidades para sobreseerlos en demandas judiciales.
Desde entonces, lo máximo que puede lograr un damnificado por una información errónea de un medio que lo afecta es conseguir una retractación y aclaración.
Pero para una demanda civil, es necesario probar la real malicia (actual malice) de la información, lo que resulta difícil.
Es lo que consiguió la empresa canadiense de software Dominion, responsable por las computadoras en la votación del estado de Arizona -en Estados Unidos cada estado vota en las elecciones nacionales con el sistema que quiera- acusada, primero por Donald Trump y automáticamente por el servicio de noticias de la cadena Fox, de fraude electoral.
Dominion se sintió dañada en su reputación, así que decidió dar un paso difícil: demostrar que en el caso de Fox News hubo “real” malicia.
La demanda no llegó al juicio oral porque Fox aceptó pagarle a Dominion una reparación de 800 millones de dólares, la más alta de la historia por un caso de difamación contra un medio, que así admitió indirectamente su “real malicia”.
Este fallo tiene consecuencias interesantes para empresas o personas atacadas por medios oficialistas en base a información oficial deliberadamente falsa, y debería ser tenido muy en cuenta en la Argentina: hay empresas y personas que podrían verse afectadas por campañas de medios oficialistas -o críticos- que basen esos ataques en “fake news oficiales” sabiendo que están usando información falsa.
La doctrina nació en Estados Unidos, y los jueces locales mirarán a Estados Unidos a la hora de evaluar demandas de ese tipo. Este acuerdo extrajudicial le pone un límite al abuso de la “real malicia” por parte de los medios. Un caso hipotético en la Argentina podría ser el de una señal de noticias, radio o diario oficialista que, basándose en fake news propaladas por el gobierno -sabiendo que se trata de una fake news- difame a una empresa, candidato o empresario: pasó demasiadas veces a lo largo del largo período kirchnerista. El antecedente de Fox de ahora en más pesará en la justicia local.
La defensa de Dominion fue muy efectiva, porque consiguió mails internos en los que las principales estrellas periodísticas de la señal admitían que estaba tirada de los pelos y no tenía fundamentos la denuncia, propalada por Rudy Giuliani -jefe de campaña del republicano que nunca quiso aceptar su derrota electoral ante Joe Biden- y que incluso algunos de ellos avalaban la fake news del fraude a sabiendas de que era mentira.
La campaña de fake news que afectaba el buen nombre de Dominion no se debió solamente a que Fox es una señal que tradicionalmente simpatiza con los republicanos: estaban preocupados que su rating se derrumbara y se fuera con una señal mucho más chica: Newsmax, que propalaba la voz del trumpismo con más fanatismo militante. Para Fox, más que una decisión errónea basada en su militancia política, fue una decisión puramente basada en su rating, sin pensar en las consecuencias reputacionales de esa decisión equivocada.
Dominion también demanda a Newsmax, que a su vez, y otra vez junto a la Fox, también es demandada por una empresa de votación electrónica bien conocida por los argentinos: Smartmatic, de un venezolano, pero con sede en Londres, que proveyó el sistema de votación electrónica que usó la Ciudad de Buenos Aires en 2015 y posiblemente participe en la licitación por la “elección concurrente” en la ciudad este año. Smartmatic fue usado en California y la maquinaria comunicacional de Trump la acusó de una conspiración “chavista” para perjudicarlo.
Smartmatic sigue adelante con su demanda de casi 3.000 millones de dólares, y probablemente termine de forma similar a la de Dominion.
Finalmente Fox no solo perdió casi mil millones de dólares por su fake news contra Domnion y perderá probablemente otro tanto contra Smartmatic, sino que también demostró estar muy mal asesorada en materia de comunicación.
Dejó pasar demasiado tiempo para frenar el juicio y permitió que los medios “progres” norteamericanos, como el New York Times, el Washington Post y la CNN, se hicieran un “pic nic” con el goteo permanente de información y las revelaciones de cómo sus periodistas estaban seguros de que estaban propalando fake news.
También fue totalmente insuficiente el despido, una semana más tarde, de su periodista “estrella” Tucker Carlson: “too little, too late”: no haberlo despedido junto con el acuerdo extrajudicial solo sirvió para devolver a Fox a los titulares y dejar la sensación de que el controvertido presentador de noticias ultraconservador, al final fue usado de “chivo expiatorio” para intentar lavarle la cara a la cadena en su crisis.
Para los comunicadores de crisis, este caso hará historia no solo por las implicancias positivas de la aplicación del principio de la “real malicia”, sino por cómo a veces los medios de comunicación tienen, en materia de comunicación de crisis, la peor comunicación.