Que tuvo pensamientos suicidas y que no le ofrecieron ayuda porque ‘‘no sería bueno para la institución’’, y que le preguntaron cuán oscura creía que sería la piel de su bebé: todas estas confesiones hizo Meghan Markle, esposa del príncipe Harry, en la entrevista con Oprah Winfrey emitida el pasado 7 de marzo. Y con cada una de ellas abrió un agujero de PR más grande en la monarquía inglesa.
En el programa de dos horas, los duques de Sussex destrozaron a la realeza. El nieto de la Reina Isabel II se sumó a las declaraciones de su esposa y reveló que su padre, el príncipe Carlos, le dejó de contestar las llamadas, y que la familia real no lo apoyó ni a él ni a Meghan cuando la prensa se llenó de titulares racistas en 2018, tras su boda.
La respuesta de la monarquía a semejantes acusaciones, sin embargo, fue paupérrima: el Palacio de Buckingham emitió un comunicado de apenas 61 palabras diciendo que toda la familia estaba ‘‘entristecida’’ por la noticia de que Harry y Meghan no habían disfrutado de la vida real. El portal O’Dwyer’s PR calificó esa réplica como ‘‘patética’’.
Es que la entrevista, que atrajo a 17 millones de espectadores, constituye un desastre de PR para la monarquía británica. Benefició a CBS, quien pagó a la productora de Oprah 8 millones de dólares por los derechos de transmisión, y a Republic, un grupo anti-monarquía que declaró que la entrevista constituye la peor crisis de la familia real desde la abdicación de 1936.
Republic también sostuvo que la mayoría de la gente en el Reino Unido no piensa mucho en la monarquía, pero que la tolera debido a sus inteligentes relaciones públicas. Si esto es cierto, la monarquía tendrá que empezar a emplear estrategias de PR más efectivas que meros comunicados de 61 palabras.