Por Aldo Leporati *
La ex secretaria de Medio Ambiente que hace unos días fue condenada por corrupción, jugó un rol clave en la absurda pelea contra Botnia, hoy UPM. Hasta se llegó a hablar en aquel momento “de la heroica guerra de las papeleras”. Por su culpa, la de Alberto Férnandez que la apadrinaba como jefe de Gabinete dentro del gobierno de Néstor Kirchner, la Argentina desperdició impulsar la industria que elabore la abundante materia prima forestal, mientras Uruguay la aprovechó con creces y ya va por su tercera planta pastera.
Más de 6.000 millones de dólares en inversiones en 15 años perdió la Argentina, con el empleo calificado y la posibilidad de exportar un producto industrializado.
Una de esas plantas, Montes del Plata, está frente a las costas del partido bonaerense de San Isidro, pero como no se politizó su construcción durante el gobierno de Cristina Kirchner por un acuerdo con el entonces presidente uruguayo José “Pepe” Mujica de bajar el perfil, escasos argentinos saben de su existencia.
Entre las tres dan y darán trabajo a más de 10 mil uruguayos, e ingresarán más de 3.000 millones de dólares anuales por exportar celulosa a Europa y China.
Pobres los asambleístas de la ciudad entrerriana de Gualeguaychú -epicentro de la protesta- que le creyeron a Romina Picolotti sus falsas intenciones cuando lo único que buscaban ella y sus padrinos era crear una bandera populista, la de malvinizar la defensa del medio ambiente en base a datos que luego se comprobaron totalmente falsos.
Se bastardeó la ecología una vez más. Y la llegada a Fray Bentos, Uruguay, de la supuesta “Chernobyl II” nunca se hizo realidad. Lo que sí es real a casi 15 años de la puesta en funcionamiento de la Planta de Botnia, hoy UPM, es que la realidad una vez más mata el relato K. Nunca hubo peces muertos en el río como consecuencia de la producción anual de más de 1,3 millones de toneladas de celulosa, nunca hubo chicos nacidos con deformaciones, ni tampoco pobladores en Gualeguaychú muertos por cáncer.
El monitoreo realizado por la Universidad de Buenos Aires finalmente dio cuenta de que la única contaminación significativa en el río Uruguay proviene, justamente, del mal tratamiento de efluentes de la propia ciudad argentina de Gualeguaychú.
No nos olvidemos en esta historia del esposo de Picolotti, líder del Centro de Derechos Humanos y Ambiente -Cedha-, Daniel Taillant, uno de esos personajes irresponsables en este tipo de casos, que sólo buscaba réditos personales esparciendo Fake News sobre una supuesta abuela unibomber hasta al mismísimo The Washington Post. Ni Woody Allen se hubiese atrevido a tanto.
Aún hoy son recordadas sus arengas “Mi esposa es la mejor aliada de Gualeguaychú en el gobierno nacional pero esta historia se revierte con hechos, con medidas de acción, aquí no valen leyes, no valen cortes de justicia sino cortes de ruta”. Pobres los asambleístas, se los metió en el bolsillo al escuchar música para sus oídos. “Tenemos la batalla ganada, ustedes son geniales, el mundo se arrodillará ante vuestra valentía”. Patético, sobre todo siendo valiente con el cuero ajeno.
Los asambleístas cortaron durante tres años el puente binacional Gualeguaychú-Fray Bentos, generando un serio conflicto entre ambos países en base a datos falsos y limitando seriamente el turismo y el comercio a ambas márgenes del río.
El caso Piccolotti es otra demostración de la notable costumbre que tienen los gobiernos populistas argentinos de nombrar funcionarios marionetas en puestos clave para promover juicios relacionados con la supuesta violación de derechos humanos y el ambiente, que resultan útiles fusibles a la hora de “salvar la ropa” cuando las cosas salen mal. O cuando los Presidentes pierden elecciones.
Al gobierno kirchnerista le pareció que la malvinización del conflicto con Uruguay era lo más acertado para asegurar un consenso de la población. Eran épocas posteriores a la crisis del 2001, altas tasas de inflación, pobreza y desocupación. En aquel momento y esperemos que no lo repita nuevamente, le sirvió para distraer la atención sobre las inapropiadas medidas contra la exportación de carnes -no bajó un centavo en las carnicerías, pero se perdieron décadas de tremendos esfuerzos para abrir mercados internacionales, hoy nuevamente aprovechados por nuestros competidores – o por la constante negativa a rebajar retenciones a sectores del agro como los productores lecheros, la exportación de cereales, etc. ¿Alguna semejanza con la actual realidad?
Este conflicto sólo nos demuestra cómo la mala utilización de la política y la generación de conflictos, en vez de resolver los problemas técnicos ambientales, retrasa la industrialización y el desarrollo de uno de los tantos sectores con gran potencial para la economía argentina. Y otra vez nos perjudicamos para mejorar las condiciones de vida de todos … y todas. Porque la pobreza es la peor de las contaminaciones.
* El autor es el CEO de la consultora de PR Porter Novelli y estuvo a cargo de la comunicación de Botnia durante el conflicto entre Argentina y Uruguay por esa pastera