Cristina.Fernández.de.Kirchner.y.sus problemas.de.imagen

Por Diego Dillenberger *

Nicolás Maquiavelo era un experto en logística militar. Sin embargo, allá por el siglo XV, el autor de “El Príncipe” fue el primero de todos los genios del Renacimiento en entender que el poder es fundamentalmente una fuerza intangible. Hoy, en la era de la TV, YouTube, Facebook y los mensajes de texto que convocan a cacerolazos, administrar el poder equivale a gerenciar intangibles tales como la imagen, la reputación, las percepciones, la confianza y la desconfianza. Los politólogos lo denominan el “poder simbólico”. El que tiene imagen, reputación y confianza, tiene el poder.

Pensemos en Estados Unidos y la guerra de Irak: esa poderosa nación sigue ocupado férreamente con sus tropas al país árabe. Sin embargo la percepción de la opinión pública mundial es que Bush perdió la guerra.

La presidenta y su marido saben que la herramienta de management para ganar ese poder es la comunicación. Y no se equivocan. Su gobierno es una gran operación de comunicación política como ningún otro de la historia argentina, incluyendo a la Alianza asesorada por el publicitario Ramiro Agulla. Pero lo que no han entendido “los K” es la ley fundamental de la comunicación: el mensaje es del receptor y no del emisor.

Ejemplo: si dicen “oligarcas”, el receptor está entendiendo que los del campo son unos pobres tipos a los que el gobierno quiere liquidar. Si dicen “redistribución”, el receptor entiende “más plata para la caja”; si dicen “Tren Bala”, entiende “plata tirada” o cosas peores. Si arman una manifestación en la Plaza de Mayo, se entiende: “tuvieron que pagar para que fueran” y si Guillermo Moreno va acompañado por el kickboxer “Acero” Cali, el mensaje no es “qué funcionario temible”, sino “qué tipo débil”.

Por eso, cada vez que Cristina o Néstor hablan o cada vez que organizan un acto, la imagen de gestión y la de la Presidenta no suben, sino que caen. Como los propios K hicieron del nivel de imagen positiva desde 2003 un termómetro del poder y la legitimidad -a falta de los votos que Carlos Menem les negó al desistir de la segunda vuelta-, la columna mercurial, que ahora no para de bajar, hace más evidente la pérdida de poder y el riesgo de ingobernabilidad. Los encuestadores están diciendo desde que asumió Cristina que la opinión pública reclama que concrete las expectativas que generó de un gobierno más “femenino”, menos confrontativo y más respetuoso de las instituciones, además de que se haga cargo de algunos “temitas pendientes”, como la inflación o la inseguridad.

Mi consejo es: pierdan, pierdan mucho, discúlpense mucho, cúlpense más, admitan sus errores, humillen a sus oponentes pidiendo perdón y rectificándose. Así van a ganar el verdadero poder: el simbólico e intangible de la confianza y buena reputación. El “poder político” viene por añadidura.

Para ver la evolución de la imagen de Cristina, según Datamática: clic aquí.

* Extraído del suplemento de Management de El Cronista Comercial