El autor es consultor de comunicación empresaria, profesor de las universidades de La Matanza y Católica Argentina y autor de una importante biografía académica de Edward Bernays, considerado el “Padre de las RR.PP”.
Admite que el título, que lleva “orgullosamente”, no tiene mucho para hacer en contra de tarjeteros, chapuceros y delincuentes. Pero propone igualmente a las asociaciones profesionales una campaña entre líderes de opinión para aclarar las diferencias entre proxenetas y profesionales reales de relaciones públicas.
Escribe Federico Rey Lennon.-
Hace ya más de 30 años, el fundador de nuestra profesión, Edward L. Bernays, se quejaba de que el término que él había acuñado en 1923, “Consultor en Relaciones Públicas” era utilizado por cualquier estúpido que repartía tarjetas de boliches en las calles de New York. Parece a la luz de este antecedente, que el tema que nos aqueja en la Argentina no sólo no es nuevo sino que es universal.
Claramente el prestigio que adquirió nuestra profesión atrajo y atrae a un grupo de advenedizos que se autodenominan relacionistas públicos sin haber estudiado ni formar parte de consejo profesional alguno.
Este hecho suscita entre los colegas sentimientos diferentes. Muchos se sienten ofendidos. Otros, entre los que me encuentro, no nos sentimos aludidos. Así, como Cohen Arazi se llama a sí mismo RR.PP., lo mismo que Gaby Alvarez hace unos años atrás; la Sra. Rímolo se decía doctora; el Sr. Blumberg, ingeniero y hasta un conocido político porteño licenciado en comunicación… siempre suceden estas “apropiaciones indebidas”, no solo en nuestra profesión.
Otras voces profesionales se alzan proponiendo un cambio de nombre, muy nominalistas ellos creen que esto pueda solucionar todo casi mágicamente. Cambiar el nombre no es en sí mismo la solución, los advenedizos podrían muy bien tomar nota de ello y comenzar mañana a llamarse “comunicadores institucionales” por ejemplo. El otro punto es que nombres como Asuntos Públicos dejan de lado una buena parte de nuestra labor profesional.
¿Pero acaso cuando los medios informativos denominan “empresario” a un simple gerente, a un corrupto -evitaremos por piedad los nombres- o a un narcotraficante no estamos también en un problema similar? Y que deberían hacer los buenos empresarios comenzar a denominarse “emprendedores”? Incluso entre los mismos periodistas suceden cosas parecidas, como cuando un agraciado ex participante de un reality show devenido en panelista o en conductor de TV se arroga el título de periodista.
Estamos transitando la posmodernidad. Y la posmodernidad que se ha cargado la razón y exhibe orgullosa su tolerancia generalizada, da lugar a estas situaciones ambiguas que confunden a una opinión pública poco informada de título y carreras universitarias surgidas vaya a saber cuándo. La universidad es antigua, dirán y demasiado estructurada, y si Ud. se siente un relacionista público, periodista o médico alternativo está todo bien.
Considero que no estaría demás que nuestro estimado Consejo Profesional de Relaciones Públicas sume su aporte y desarrolle una campaña de concientización dirigida a los líderes y formadores de opinión para que sean ellos quienes reafirmen lo que implica ser un relacionista público. Pero me temo que, en un espacio público líquido como el actual, tampoco esta campaña nos asegura que los advenedizos de siempre no vuelvan a aparecer alzando sus tarjetas entre nosotros, como los zombies en las películas de clase B.
Dr. Federico Rey Lennon
Orgulloso consultor en Relaciones Públicas