Ya lo había hecho hace dos décadas con la ola de la por entonces llamada RSE (Responsabilidad Social Empresaria). El argumento era extraído de un manual de Milton Friedman. El Nobel de Economía y padre de la nueva teoría monetarista sostenía: el negocio de las empresas son los negocios. Y las actividades de RSE solo servían si aportaban a la reputación – y las ventas. Todo lo demás era cuestión del Estado, y para eso, las empresas pagaban sus impuestos: por lo tanto, su imperativo era concentrarse en su competitividad y así pagar más impuestos y poder servir mejor a la sociedad.
Una década más tarde, la revista pidió disculpas y admitió que el movimiento de responsabilidad social había llegado para quedarse y -de paso- mejorar la imagen del capitalismo.
Ahora, la revista más influyente en el mundo corporativo y político sorprendió con una advertencia sobre las ESG, la sigla que reemplazó a las RSE y que significa ambiental, social y gobernanza o gestión ética y correcta.
Según el editorial del Economist, se trataría de una nueva forma de disfrazar el “greenwashing”, que es la comunicación para destacar los aspectos amigables con el medio ambiente y esconder una realidad más sucia, aunque detrás hubiera buenas intenciones.
Sostiene que la ESG puede ser una forma de distraer de la meta fundamental de atacar los orígenes del cambio climático.
ESG es una sigla a la que aspiran todo tipo de inversores, desde grandes fondos hasta individuos de clase media con sus ahorros, como “sello de calidad” de que no se está invirtiendo en compañías que contribuyen a destruir el planeta.
La revista advierte que grandes marcas que se preocupan por obtener un “sello” ESG podrían ser más hipócritas de lo que parece, porque están vendiendo operaciones contaminantes a empresas más chicas y menos preocupadas por su reputación para que sigan adelante.
También sostiene que de ESG la única letra en la que vale la pena concentrarse es en la E, y que, dentro de lo ambiental, el foco debería estar puesto en la reducción de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero y que la clave será tener estándares mundiales de información sobre la responsabilidad de las empresas en esas emisiones.
Como en la nota de tapa de la edición de 2005, una lectura obligada para todo profesional de PR involucrado en temas de sustentabilidad y que abre un debate que va a durar.