Entre las protestas de 2019 y la fatal elección constituyente de este año, Chile parece predestinada a abandonar su exitoso modelo económico de crecimiento y estabilidad que le permitió convertirse en uno de los países de América latina con menos pobres y mayor prosperidad.
Pero ahora un ex director de la consultora de PR Burson-Marsteller (hoy BCW) se autoadjudicó la misión de salvar un modelo político y económico que le dio al país mucha prosperidad, pero a la vez cierta desigualdad social que la política minimizaba gracias al enorme progreso del que gozaba Chile.
Se trata de Sebastián Sichel, ex ministro de Desarrollo Social del actual presidente Sebastián Piñera, que se postula como candidato a presidente por la centro derecha para las elecciones presidenciales de noviembre con la agrupación Chile Vamos y se someterá a unas elecciones primarias el próximo domingo.
En medio de un proceso de reforma constitucional del que puede emerger un país muy distinto al que creció de manera sostenida en los últimos 30 años, la clase política entera fue humillada en la elección constituyente con un fuerte avance del comunismo en las urnas.
Sichel propone un sistema de economía de mercado que reparta más y mejore los servicios sociales, de manera de evitar la subversión total del modelo que propone la izquierda extrema que salió triunfadora en las elecciones constituyentes y hasta se alzó con la intendencia de la ciudad de Santiago.
Su estrategia electoral será despegarse de los partidos que hoy se reparten el poder sin enfrentarlos. Se presenta como un candidato joven -43 años- y moderno en cuestiones como el matrimonio igualitario.
Su discurso tiene un toque de populismo a la Argentina: “tenemos que poner plata en los bolsillos de los chilenos”, sostiene. También promete promover a las Pymes y los emprendedores. Además promete un cuasi imposible: hacer trabajar más a los empleados públicos a la vez que baja el gasto administrativo.
De su éxito dependerá toda América latina, en la que los movimientos populistas prometen adueñarse de todo el continente. Chile y su exitoso modelo de estabilidad y crecimiento era la piedra en el zapato de los diversos chavismos de la región, y ahora podría ser la mayor conquista del autoritarismo populista: se caería el último modelo capaz de mostrar a la región que se puede lograr más prosperidad desde el capitalismo moderno que con un sistema populista autoritario, como los que rigen en Venezuela o Nicaragua y al que podría encaminarse próximamente Perú.