“Aparición con vida y castigo a los culpables”. Esa fue la consigna principal en el caso de las organizaciones de derechos humanos contra las desapariciones forzadas de la dictadura militar. “Dónde está Santiago Maldonado” es la consigna con la que organismos políticos vinculados al kirchnerismo intentaron general un falso caso de desaparición forzada.
Parafraseando a esas consignas se podría preguntar ¡Dónde está la contaminación de Botnia! que pronosticaron los seudo ecologistas. Se trataba de aquella planta de celulosa por la que el gobierno del presidente Néstor kirchner junto al gobierno del gobernador entrerriano Jorge Busti generaron un verdadero delirio colectivo con desinformación y grandes mentiras que por entonces los medios y la sociedad reproducían acríticamente.
El gobierno populista había encontrado un tema para amalgamar a buena parte de la opinión pública mientras se generaba la crisis del default y el país desbarrancaba en la inflación crónica: la protección al medio ambiente.
Por supuesto que se reclamaba a Botnia por una contaminación que 10 años más tarde se pudo comprobar que no existió, tal como afirmaba la empresa finlandesa. Las pasteras argentinas tenían una tecnología mucho más antigua y contaminante que la de la empresa que decidió instalarse en Uruguay, porque los gobernantes argentinos le habrían pedido comisiones desproporcionadas.
En la siguiente columna publicada por el diario El Cronista explicamos porque la falsa maniobra en torno a la muerte del activista Santiago Maldonado tiene un vínculo con el armado absurdo de ecologistas y políticos oportunistas de turno de aquel entonces, que no sólo llevaron a la Argentina al borde de una ruptura diplomática con la hermana República del Uruguay, sino que lograron impedir –quizás para siempre- el desarrollo de dos grandes industrias en el país: la maderera y la papelera. que hoy florecen en Uruguay. De hecho, Argentina perdió en todas las instancias ante el tribunal de La Haya al que decidió ir, y un estudio de la UBA sobre la presunta contaminación se terminó manteniendo en secreto porque no arrojó resultado alguno.
Como se aproxima el debate sobre la reglamentación de la ley de glaciares, que tiene el potencial de convertirse en otra locura como la de las pasteras, estaría bueno que los comunicadores del gobierno y del sector minero tengan presente los errores de comunicación que se cometieron en el caso de Botnia.
Estaría bueno que los argentinos dentro de 10 años no deban arrepentirse de haber sacrificado a otro sector industrial, como el de la minería, así como 10 años atrás perdieron la posibilidad de tener una industria pastera exportadora de primera línea y tecnología, como la tiene el Uruguay gracias al oportunismo de políticos populistas y a un debate con ánimos caldeados y sin rigor científico. Una propuesta para que el debate se encarrile fuera de las histerias colectivas.