La carta de los empresarios en repudio al juicio político contra la Corte Suprema, un ejemplo alentador

Que los empresarios tienen bajo perfil en la Argentina no es nada nuevo. Tampoco es nuevo que no tengan la mejor imagen. Pero todo es relativo: ¿tener mala imagen comparado con qué? El último Trust Barometer que presentó la consultora Edelman en el World Economic Forum muestra cómo la Argentina es el país que menos confía en su gobierno de los 27 que mide hoy esa encuesta que ya tiene más de dos décadas: apenas el 20 por ciento confía en el actual gobierno. 

Pero la encuesta también muestra que la confianza en los empresarios en la Argentina no está tan mal: con 52 por ciento está en un rango medio para el índice y no difiere demasiado de países del “Primer Mundo”, como Estados Unidos, Reino Unido o Alemania. Está en el mismo nivel de Irlanda y Canadá y hasta un poquito mejor que en España.

¿Por qué dejan los empresarios que el gobierno kirchnerista, manifiestamente antiempresario, los señale ante la opinión pública como culpables de la inflación crónica que está destrozando a los argentinos? ¿Por qué permite sin una campaña de comunicación adecuada que prosperen medidas que atentan contra sus propios intereses de largo plazo?

¿Por qué no aprovechan su “gap” tan favorable en confianza para animarse a “explicar” un poco mejor cómo funciona el sistema capitalista, que tiene a las empresas como protagonistas en todos los países en los que el libre mercado funciona?

Podría ser un signo alentador de que algo podría estar cambiando la carta que mandaron más de 500 empresarios al Presidente para repudiar el intento de juicio político contra la Corte Suprema porque no le cayó bien el fallo que le devuelve la coparticipación que le manoteó el mandatario para dársela a su aliado, el gobernador bonaerense Axel Kicillof.

En el mundo entero los ciudadanos, que también son consumidores de sus productos y a la vez votantes de candidatos favorables -o desfavorables- al desarrollo empresario les están pidiendo más compromiso a las empresas: desde temas ambientales, sociales y hasta políticos. En la era Trump muchas empresas se vieron obligadas a tomar posición: General Motors le dio la espalda al reclamo nacionalista del ex presidente de no fabricar tantos autos en México, y muchas empresas expresaron públicamente su repudio a la toma del Capitolio por fanáticos trumpistas y las acusaciones de fraude del ex presidente contra los demócratas de Joe Biden.

La invasión de Rusia a Ucrania no hizo más que acentuar la exigencia de la opinión pública sobre las empresas de que hablen y actúen: cientos de corporaciones debieron cerrar sus operaciones rusas si no querían sufrir boicots o “cancelaciones” de consumidores o accionistas en países de Occidente.

Una encuesta de la revista IMAGEN a profesionales de comunicación empresaria y asuntos públicos hecha a partir de este resultado del Trust Barometer de Edelman arrojó que los propios comunicadores de los empresarios creen que no están aprovechando su “credibilidad relativa” para defenderse en los intentos del kirchnerismo de culparlos a ellos por la inflación que generan las políticas del gobierno.

Más del 85 por ciento de un panel de 80 profesionales cree que los empresarios están desaprovechando en estos momentos ese nivel de credibilidad relativa.

Los profesionales opinan que la participación del empresariado en el debate público en la Argentina sobre temas económicos y políticos es “insuficiente” en un 94 por ciento. 

“Es un país estatal, y vamos para peor si las empresas no toman partido”, dijo un encuestado”. 

Otro integrante del panel sostuvo que “la comunidad empresaria debe asumirse como factor clave de gestor de cambio cultural en la sociedad”.

¿Los empresarios delegan esa necesidad en los políticos y los periodistas? Por ahora esa “delegación de facultades” en la Argentina viene saliendo muy mal: los políticos -salvo honrosas excepciones- tienen una visión muy incompleta de los desafíos empresarios y de cómo las empresas pueden contribuir al desarrollo económico y social, y la mayoría de los periodistas, mucho menos.

Los comunicadores encuestados creen que “las empresas deben intervenir” siempre en un 71 por ciento, aunque el 22 por ciento sostiene que solo lo debe hacer cuando estén “en juego sus intereses directos”.

Pero la gran pregunta es el cómo: los empresarios hablan por sus cámaras, cuando lo hacen, o mediante sus lobbyistas, y si tienen algo para decir, a lo sumo lo hacen colectivamente. En la encuesta, la visión de los comunicadores alienta a que participen de manera directa:  el 36 por ciento cree que deben hacerlo de manera directa y otro 22 que deberían hacerlo por todas las vías posibles, de manera directa, a través de sus cámaras e impulsando a políticos que tengan comprensión del tema. Otro 40 por ciento es más conservador: cree que deben intervenir en el debate a través de sus cámaras y asociaciones empresarias.

Quizás lo novedoso es que solo el 1 por ciento opina que “los empresarios no deben interferir en el debate público”.