Por Gonzalo Torres Argüello (*)

Líder de Inteligencia Emocional y Resiliencia

“Quiero que todas las mujeres que están viéndonos aquí y ahora sepan que hay un nuevo día en el horizonte. Y cuando ese nuevo día finalmente llegue, será porque una cantidad de mujeres grandiosas, muchas de las cuales están aquí esta noche, y muchos hombres grandiosos, han peleado duramente para ser los líderes que nos llevarán al momento en que nadie tenga que decir “Me too” (Yo también) nuevamente”.

Oprah Winfrey, al aceptar el Cecil B. DeMille Award en la entrega de los Golden Globes 2018.

El tema del acoso irrumpió recientemente en un sector corporativo muy particular: el de la industria del entretenimiento. Pero ya era un secreto a voces en todo el mundo corporativo en general, solo que al explotar en Hollywood trascendió al público masivo e incomodó a todas las empresas y organizaciones donde se maneja poder. Y entonces empleados, ejecutivos, funcionarios comenzaron a identificar -casi como si fuera un juego- sus propios “Harvey Weinsteins”.

Oprah Winfrey, con una trayectoria intachable como empresaria, actriz, conductora televisa, filántropa, estrella popular si las hay, al expresar su manifiesto respaldo al movimiento “Me too” en la entrega de los Golden Globe Awards 2018 terminó simplemente por empujar a las mujeres (sin excluir a los hombres) a que no se callen, a que digan “Me too”, a que hablen su verdad.

Y así las corporaciones comenzaron a preocuparse por el daño en la reputación que podían sufrir si una escalada de denuncias similar llegaba a los medios.

Que este tema haya subido a la superficie ahora no implica que no sea un problema muy antiguo en el mundo corporativo.

El acoso en el lugar de trabajo, que incluye no sólo el sexual que estalló en Hollywood, sino también el laboral, es probablemente uno de los desafíos pendientes más críticos a resolver en la problemática de las relaciones humanas y que genera además un daño prácticamente irreparable en las víctimas que siempre pierden: pierden si no se defienden y pierden aún defendiéndose, lo que desalienta la denuncia y explica esta maldita pregunta que muchos se hacen: “Por qué hablan recién ahora sobre hechos que ocurrieron años atrás?” Y la respuesta es obvia: porque sentían que perdían menos callándose. Y esto es precisamente lo que el movimiento “Me too” quiere revertir.

Al mismo tiempo probar el acoso es algo muy complicado y difícil. Primero porque generalmente el acosador es un jefe o alguien con más poder en la organización que la víctima, lo cual lo hace correr con ventaja para manipular los hechos a su conveniencia y seguir abusando de su poder. Y segundo porque en muchos casos el acosador puede ser muy hábil o sutil como para terminar culpando a la víctima.

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