Entre los muchos perdedores de esta pandemia, la Organización Mundial de la Salud parecería ser el gran derrotado en cuestión de imagen: el organismo de la ONU, con sede en Ginebra, Suiza, no solo fue de papelón en papelón en los últimos meses. Lo más grave que se le recrimina a nivel mundial no es haberse equivocado constantemente en sus vaticinios y aseveraciones científicas -hasta tener que ser deliberadamente desmentida por la comunidad científica internacional- sino por ser considerada una pieza clave en haber causado la pandemia: su director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, está sospechado de haber intentado encubrir a las autoridades comunistas chinas.
El régimen de Xi Jimping estuvo meses ocultando al mundo el brote, y Tedros descartó informes que alertaban sobre la gravedad y la magnitud que adquiría la epidemia en la potencia comunista.
El gobierno de Taiwan, no reconocido por la OMS, le envió comunicados a la organización advirtiendo que el brote era muy grave y que el régimen comunista lo estaba ocultando, pero Tedros hizo caso omiso por que, según Estados Unidos y Europa, respondía a un pedido de Beijing para ayudar en el encubrimiento.
En medio de estas gravísimas acusaciones, Hill + Knowlton Strategies incorporó a su cartera de clientes a nada más ni menos que la misma OMS. La consultora de PR con base en Nueva York y más de 80 oficinas en 40 países intentará restaurar la reputación de la organización y otorgarle mayor credibilidad a sus mensajes de ciencia y salud pública. De este modo, buscará que la OMS se convierta en una fuente de información de confianza que inspire a las personas a seguir sus indicaciones y sugerencias.
Sin embargo, se trata de un desafío no menor en medio de las críticas, tanto de particulares como de los medios, que ha sufrido la OMS últimamente. El 6 de julio, por ejemplo, el presidente Trump notificó formalmente a la organización que Estados Unidos tenía la intención de retirarse de ella porque cree que ayudó a China a encubrir el brote y la propagación del COVID-19. Joe Biden, en cambio, prometió que, de ser electo presidente, retiraría el aviso de salida.
A todo esto se suma la permanente impericia científica de confundir al planeta desaconsejando el uso de barbijos, cuando los científicos ya habían constatado que era fundamental para frenar el avance del virus. Otra gaffe fue la porfía en que el coronavirus no queda suspendido en el aire, constatación que llevó a la comunidad científica mundial a criticar severamente a la OMS.
H + K aconsejó a la OMS que a pesar de la tentación de reaccionar ante cada mensaje y crítica, ‘‘un abordaje sólido, considerado y reflexivo mitigará el riesgo de agravar aún más la situación’’. Así, comenzó su trabajo con la organización el 20 de mayo, centrándose en las áreas de identificación de influencers, prueba de mensajes y desarrollo de una campaña con un presupuesto aproximado de 135.000 dólares.
La última bravuconada de la OMS es afirmar que el virus, que minimizó y ocultó hasta marzo -cuando no le quedó más remedio que decretar la pandemia- no desaparecerá nunca jamás, cuando la historia demostró que los virus desaparecen aunque más no sea por la inmunidad global que genera que todo el mundo se contagie.