To be or not to be, la pregunta que se hacen los comunicadores empresarios: ¿off the record, on the record?

Por Diego Dillenberger

El gobierno argentino del presidente Alberto Fernández no hace otra cosa que lo que vino haciendo el kirchnerismo desde que se lo conoce: generar inflación y esconderla o echarle la culpa del aumento permanente y descontrolado de los precios a los empresarios. O hace las dos cosas al mismo tiempo.

La inflación volvió a la Argentina hace casi dos décadas, y los empresarios hace 20 años que mantienen la misma “estrategia” de silencio sobre el tema: le temen al kirchnerismo y se abstienen sistemáticamente de intervenir de manera directa en el debate.

Ahora el gobierno cambió a la ya dura secretaria de Comercio Interior Paula Español por el “talibán” Roberto Feletti, que ordenó un congelamiento total desconociendo precios ya acordados entre su antecesora y las empresas y ordenó frizar1600 productos, incluyendo vinos, celulares y productos electrónicos: todo con tal de recuperar para las elecciones legislativas del 14 de noviembre algo del voto propio perdido en las primarias de septiembre.

¿Salir a hablar o seguir en silencio? Esa es la duda hamletiana del empresariado: to be or not to be.

Los expertos en comunicación que asesoran a las empresas están de acuerdo en que en medio de una campaña electoral en la que el gobierno se juega su supervivencia política es difícil cambiar de estrategia. Pero no todos piensan igual: hay matices.

Un asesor externo de una de las grandes empresas alimenticias de la Argentina, apuntada por el nuevo secretario de Comercio, Roberto Feletti, sostiene que a lo sumo lo que tendría que hacer en este momento es la cámara de las empresas de alimentación, COPAL, mostrando información y explicando a los periodistas. “Pero yo les recomiendo a mis clientes no sacar la cabeza de la trinchera, porque en este momento desde el gobierno te dispararían con todo lo que tienen”.

A la comunicación de cámaras se sumaron la AEA, de los dueños de las grandes empresas argentinas, la AMCHAM, la cámara de comercio argentino-norteamericana y la Cámara de Comercio.

Pero nada es comparable al testimonio de los empresarios de carne y hueso, con nombre, apellido y marca. Las cámaras, por más que sus comunicados tengan repercusión en los medios, no dejan de ser percibidas como fachadas de grandes corporaciones.

Es más, este consultor de comunicación de una empresa importante de alimentación apuntada por el gobierno sostiene que en estos momentos “no deberían ni hablar off the record”, porque “al final el gobierno se termina enterando quién habló y es muy vengativo”.

Un dato curioso: la COPAL nació en 1975, justamente a raíz de los absurdos congelamientos de precio de José Ber Gelbard, el entonces ministro de Juan Perón y luego de su viuda, Isabel Martínez. El gobierno de entonces aducía una falsa “inflación 0”, cuando lo que primaba era el desabastecimiento y el mercado negro. Se estaba generando una inflación latente artificialmente contenida que explotó con el denominado “Rodrigazo” (por la gestión de Celestino Rodrigo, sucesor del líder comunista Gelbard) a partir del cual se desató la primera hiperinflación de la historia argentina.

Desde entonces y con pocos altos en el camino, la pobreza no paró de crecer.

¿Tendrá la COPAL noción de que la estrategia de silencio empresario solo sirvió para que tanto políticos civiles como dictadores militares siguieran empobreciendo al país?

Una pregunta para historiadores.

Hoy, a diferencia de aquel entonces, un mercado negro es inimaginable. En 1975 el supermercadismo era casi inexistente, y los productos se conseguían “por debajo de la mesa” de los incontrolables almacenes de barrio pagando un “plus”. Una piratería semejante, cuando el 60 por ciento de las ventas de alimentos se realizan en cadenas de supermercados, es imposible. El congelamiento, si apunta a seguir después de las elecciones, como promete Feletti, terminará en un gravísimo desabastecimiento y parate de la industria.

Uno de los pocos que se anima a hablar del tema “on the record” es Juan Ignacio Di Meglio, director de Asuntos Públicos de la consultora LLYC.

“Es una película que se repite desde hace años. Si no empiezan los empresarios a comunicar proactivamente y a generar su propia narrativa consistente, con voceros fuertes que puedan transmitir el mensaje, habrá gran proporción de la opinión pública que crea la versión del gobierno”, explica el directivo de la antes llamada Llorente & Cuenca. Hoy la opinión pública está dejando de lado la narrativa de que la culpa de la inflación la tienen las empresas.

El problema para el joven consultor, que como estudiante ganó un premio Eikon Junior proponiendo una estrategia de comunicación para que el empresariado explique mejor que la responsabilidad de la inflación la tiene el gobierno, es el mismo de siempre: “no hay voceros empresarios que le propongan otra narrativa al resto de la sociedad”.

Di Meglio opina que “a los empresarios les da miedo transmitir el mensaje de que no pueden trabajar a pérdida. Les da miedo hablar y es un error comunicacional salir a decirle que no al gobierno sólo cuando se impone un congelamiento: los empresarios tienen que tener voceros fuertes y un rol más activo en el debate”.

Según Di Meglio, “los empresarios muchas veces tercerizan la comunicación en algunos medios de comunicación.

Di Meglio dice que “creo que a los empresarios les falta lo que al gobierno le sobra: relato”.

Parte de ese relato son los Precios Cuidados, un programa de precios negociados que no ha servido en sus siete años de existencia para frenar la inflación: justamente los “precios cuidados” se multiplicaron por siete desde que los creó la entonces presidenta Cristina Kirchner. Pero el programa Precios Cuidados sí actuó como brillante estrategia y relato: “el gobierno popular te cuida de los malos empresarios que te suben los precios, porque son ”concentrados”,”formadores de precios” y si no fuera por nosotros te ganan en la “puja distributiva”.

El anterior gobierno del presidente Mauricio Macri tomó la errada decisión de continuar con el programa Precios Cuidados en lugar de transparentarlo y explicar que solo servían para desplazar simbólicamente la culpa de la inflación del gobierno a las empresas.

Todo esto es “blabla”, pero la realidad es que el ant

En la práctica, ¿cómo está funcionando realmente la estrategia “la inflación es culpa de las empresas” para confundir a la opinión pública?

Según un sondeo de agosto de Trespuntozero, la encuestadora de Shila Vilker, el 54 por ciento cree que la culpa es “de las políticas del gobierno nacional de Alberto Fernández”. El 18 por ciento cree que se debe a las políticas del gobierno anterior de Mauricio Macri y el 15 por ciento, a los empresarios, comerciantes y productores rurales.

Trespuntozero fue una de las encuestadoras que anticipó la derrota en las PASO del oficialismo en la provincia de Buenos Aires. Si se suman los 15 del “anterior gobierno de Macri” más 18 de los empresarios, se obtiene algo parecido al resultado electoral que obtuvo el oficialismo en las primarias.

Es difícil analizar qué es causa y qué es efecto, pero una tesis indica que, si los empresarios hubiesen sido exitosos comunicando el trasfondo de la inflación para convencer al total de la opinión pública de lo mismo que están convencidos los públicos en la mayoría de los países de la Tierra, quizás hoy no existiría el kirchnerismo en la Argentina.