La rata como símbolo de la Argentina: una lección de creatividad al servicio del lobby

La revista digital Bloomberg Businessweek publicó recientemente una extensa investigación que pasó inadvertida en los medios argentinos sobre el lobbyista que defendió en los medios de Estados Unidos a los fondos buitre (hedge funds) que finalmente lograron cobrarle a la Argentina bastante más que lo que el país había ofrecido en los dos canjes que propuso el gobierno kirchnerista tras el default de 2002.

Se trata de James K. Glassman, ex subsecretario del State Department, un personaje al que la revista digital describe como una clásica figura de Washington que da la impresión de ser un gran sabio de la geopolítica.

Es interesante comparar el éxito de Glassman con el fracaso de los bonistas argentinos que reclamaban compensación por la estafa de la inflación manipulada por el kirchnerismo y que no acudieron a servicios de lobbying como los “buitres”.

Glassman es autor de libros best seller y fundador de un think tank reconocido Estados Unidos.

La nota de Businessweek, firmada por Zachary Mider y Ben Elgin, describe a Glassman como un engranaje clave de Washington en la formación de leyes y explica cómo dio testimonio ante el Congreso sobre el default de la Argentina sin explicitar que estaba trabajando para uno de sus clientes que a su vez estaba litigando contra Argentina. Concretamente para el fondo Elliott Capital. Este “fondo buitre” ganó 2 mil millones de dólares comprando bonos defaulteados y obteniendo un mejor acuerdo que el canje mal gestionado por el gobierno kirchnerista una década atrás. Ganó casi 400 por ciento sobre lo que invirtió 15 años antes del acuerdo por los “hold outs” de 2016. Argentina desembolsó para dejar atrás ese capítulo casi 10 mil millones que obtuvo tras su primera colocación de bonos en una década y media.

Para los autores, Washington es una fábrica de leyes, y lo que hace Glassman es proveer la materia prima adecuada para que esas leyes salgan de una manera y no de otra.

El cabildero de 71 años sería uno entre media docena de lobbyistas de Washington que trabajan para fondos buitre que no sólo tienen mala imagen en el tercer mundo sino también en Estados Unidos. Su agencia de asuntos públicos se llama DCI y es la más importante de todas.

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