Por Mathias Mäckelmann.-
Un juicio a un expresidente es un hecho inédito en el Perú y probablemente no existan tampoco muchos ejemplos similares en la historia latinoamericana. De por sí, Fujimori es un personaje muy polémico que divide a la opinión pública del país. Por un lado están los que aún le guardan cierta simpatía por su efectiva lucha antiterrorista y su exitosa política económica. Por otro lado están sus detractores que están a favor de que sea condenado por los delitos que se le imputan. Ya quedó ampliamente demostrado que hubo excesos por parte de las fuerzas armadas en la lucha antisubversiva y que existió un aparato de Estado que institucionalizó la corrupción durante su gobierno. Pero la pregunta clave ahora es: ¿Cómo se le puede demostrar a Fujimori su implicancia directa en estos hechos, sobre todo en los casos de lesa humanidad? En un país en el que el poder judicial, junto a la mayoría de instituciones, goza de una credibilidad muy baja, los medios de comunicación rápidamente tienden a asumir el rol de “instancia supervisora” en un juicio importante. No solamente se ha transmitido en vivo y en directo todo el juicio por la televisión, sino que la prensa ya ha llegado a opinar acerca del desempeño de los fiscales. Estos comentarios por parte de los medios han llevado indirectamente a que se cambie de fiscal adjunto. Todo este espectáculo mediático es acompañado por los “hurras” o las airadas protestas de los familiares, simpatizantes y legisladores del partido de Fujimori que están sentados detrás de una pantalla transparente. En el otro lado de la sala, se encuentran los deudos de las víctimas de los casos “Barrios Altos” y “La Cantuta”. En el año 1993 perdieron la vida 15 personas inocentes a manos del siniestro grupo paramilitar del Ejército “Colina” en el barrio limeño de Barrios Altos. En 1992 fueron asesinados ocho estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, sospechosos de haber sido simpatizantes de Sendero Luminoso. En todo este asunto, el gobierno de Alan García se ha abstenido de injerencia o comentario alguno desde que se inició el juicio hace una semana, como corresponde a una democracia con poderes de Estado independientes. Sorpresivamente, algunos sectores de la prensa ya han confabulado historias acerca de la existencia de una especie de pacto de impunidad entre el gobierno aprista de García y el fujimorismo. Todo esto sin haber presentado pruebas que sustenten esta tesis. No hay que olvidar en todo esto que fue justamente la prensa televisiva, la que estuvo casi en su totalidad bajo el yugo de Alberto Fujimori y su corrupto asesor Vladimiro Montesinos durante la década de los noventa. Muchos de los famosos “vladivideos”, justamente mostraban la entrega de sobornos a ex representantes de los canales de televisión, con el fin de callar posibles voces críticas. Es por eso que los medios tienen un especial interés en el juicio a Fujimori y vaya que han asumido un rol protagónico en él.Desde todo punto de vista, es entendible que se le preste una gran atención a este mega juicio y es importante que la ciudadanía sienta que existe cierta transparencia. No obstante, resulta preocupante la forma en que se está llevando a cabo la cobertura mediática del juicio. Las notas informativas publicadas en algunos medios están plagadas de afirmaciones tendenciosas aún no comprobadas en los tribunales que dejan extrañar cualquier objetividad periodística. Queda claro que ante la ausencia de pruebas realmente fehacientes y judicialmente convincentes que impliquen directamente a Fujimori en los casos de violaciones a los derechos humanos hasta el momento, estamos frente a lo que podría ser un juicio muy largo y engorroso. Mientras tanto, los medios parecen desear un veredicto inmediato, como si esta decisión estaría en sus manos. Es muy positivo que la prensa sea libre en una democracia. Por otro lado, esta libertad no debería llevar a que el cuarto poder, como se le conoce, presione de tal manera a las instancias judiciales. Actualmente los jueces aparecen como funcionarios con poca autoridad que temen las repercusiones que podrían tener sus decisiones. Mientras tanto, la vida diaria en el país transcurre paralelamente al juicio. No ha habido muchas manifestaciones ni expresiones callejeras espontáneas en pro o en contra de Fujimori por parte de los ciudadanos hasta el momento. Este ánimo caldeado que se puede percibir en los medios, no corresponde a lo que se está viviendo en la opinión pública. El juicio hasta ahora deja extrañar todo tipo de seriedad y profesionalismo por parte de las instancias judiciales y da más bien la impresión de ser un Reality Show.
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