Mientras tanto, las malas noticias sobre el engaño con los tests de emisiones de modelos Diesel de VW se seguían acumulando. Ahora saltó a la luz que también los motores más potentes, como el de las vans de lujo Touareg y Porsche Cayenne también habrían salido de fábrica con el criticado software secreto que detectaba exámenes de emisión y convertía un motor muy contaminante en uno ecológicamente intachable.
El escándalo no solo afecta la imagen de la automotriz más grande de Europa, sino que daña la imagen de Alemania como líder mundial en tecnología ambiental.
Para el experto español que disertará en Argentina, una de las fuentes de valor de la reputación corporativa ha sido la de convertir a la reputación en un nuevo liderazgo, el liderazgo reputacional, que explica “cómo una empresa líder es la preferida para comprar, trabajar, invertir”.
“En este sentido, la pérdida de este liderazgo es quizá el mayor daño que esta conducta fraudulenta ha causado a la compañía. Además está acompañada de una caída en las ventas, pérdida del valor en los mercados financieros, asunción de responsabilidades con terceros que han obligado a Volkswagen a provisionar 6.500 millones de euros”, explicó Villafañe.
Según el consultor, contratado por muchas multinacionales para mejorar su reputación, Volkswagen debería hacer dos cosas, además de reparar todos los vehículos que lleven instalado el software objeto del fraude: ofrecer, lo antes posible, una explicación exhaustiva y transparente que pueda dar por zanjada la denominada etapa de crisis y pedir perdón a todos sus stakeholders, y muy especialmente a sus clientes, y formular –en una nueva etapa de postcrisis—una suerte de ‘contrato de confianza’ con todos ellos.
“Este contrato, de naturaleza unilateral –explica- debería constituirlo un reducido número de compromisos fehacientes por parte de Volkswagen que cumplieran tres condiciones: que fueran explícitos, y se les diera una gran difusión; verificables, por un tercero independiente que anualmente certificara el grado de cumplimiento y, en tercer lugar, que fueran consecuentes, es decir, que si en alguno de ellos existiera algún grado de incumplimiento tuvieran consecuencias para la empresa en función de una ‘escala de consecuencias’. Una vez transcurridos dos o tres años sería el momento de hacer un balance del grado de cumplimiento de este contrato de confianza del que hablo”.
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