Néstor Kirchner hizo que los empresarios se arrepientan de su silencio

Por Diego Dillenberger.-

La pregunta vuelve cada tanto: cuándo se darán cuenta los empresarios de que su silencio, a lo largo de todos estos años, fue el peor negocio. Marx (Karl, no Groucho) decía que el capitalismo le iba a vender la soga con la que la revolución lo iba a ahorcar, pero en cómodas cuotas mensuales. Algo así sucedió en la Argentina. Aunque, para consuelo de tontos, también pasó en Venezuela una década atrás.

Los empresarios se callaron incluso cuando el gobierno intervino el INDEC, el otrora prestigioso instituto estatal de estadísticas, como ya habían callado antes, cuando se resolvió mal el default de la deuda externa, cuando se le pagó innecesariamente al FMI, cuando se estatizaron los fondos de jubilación, en el debate sobre el tema energético, y siguen las firmas.

Es más: en casi todas las oportunidades, los líderes de las principales cámaras dieron el presente para aplaudir todas estas medidas. La poderosa UIA no faltó cuando se anunció la liquidación de las AFJP y la estatización de los fondos jubilatorios. Los empresarios se comieron el amague, para hablar en futbolero, de creer las afirmaciones del Gobierno, de que no iba a intervenir en las empresas cuyas acciones estaba expropiando. Primero colocó directores, luego síndicos, luego intervino en algunas en el management, y ahora, de campaña, el ex presidente Néstor Kirchner se dio el lujo de bromear que el selecto country Nordelta, de Consultatio, ahora es parcialmente del pueblo peronista a través de la tenencia accionaria en poder del Estado.

¿Creen los empresarios realmente que el enfrentamiento del Gobierno con las empresas fue “por la campaña electoral”, como el Gobierno mandó a decir?

El último capítulo de esta saga en la que el Gobierno se va apoderando de las empresas se produjo cuando el venezolano Hugo Chávez estatizó las restantes empresas del grupo Techint ante la sorprendente pasividad del gobierno argentino. Ya el año pasado Chávez había prometido que solo se quedaría con Sidor. Pero, bueno, tampoco hay que tomar sus palabras tan textualmente.

Después vino la orden del gobierno argentino a la eléctrica Edesur de no distribuir dividendos (por primera vez luego de ocho años de no ganar plata en Argentina): una intromisión inédita en las decisiones empresarias con el argumento de que su servicio debe ser perfecto antes de que distribuya ganancia. Obviamente esta condición no estaba en las condiciones de privatización en los 90.

Cuando Chávez llegó al poder les prometió a los empresarios de su país un sistema en el que conviviría la inclusión social con el capitalismo y las empresas. También prometió, allá por 1998, el respeto irrestricto a la libertad de prensa y la existencia de medios privados. El resto es historia.

El empresariado saltó como nunca antes en la historia de la Argentina kirchnerista. No sólo Techint interrumpió su clásico bajo perfil, sino que la Unión Industrial Argentina y otras cámaras para poner el primer grito empresario en el cielo de la Argentina K.

Luego, cuando el Gobierno salió a decir y guiñar que todo era “por la campaña” electoral, bajaron el perfil, pero pareciera que esta vez los empresarios argentinos no están dispuestos a creer tan fácilmente que la vuelta de tuerca en el intervensionismo extremo es sólo un artificio de campaña electoral.

El debate sigue en voz baja en cámaras y otras instituciones. Los empresarios, finalmente, se dieron cuenta de que fue un error no haber intervenido en el debate de qué país es mejor para que la Argentina se desarrolle.

Una de esas instituciones es IDEA, el Instituto para el Desarrollo Empresarial Argentino, uno de los principales think tanks empresarios, que estaría pensando en incorporar ese tema, por primera vez en su historia, durante su Coloquio Anual, a fines de octubre, en Mar del Plata. Miembros activos de IDEA, que desde hace un par de años promueven el tema internamente, se encontraban siempre al final del camino con el clásico: “mejor hablemos de otra cosa”. IDEA trató el delicado sigue comunicación empresaria e intervención del empresariado en la opinión pública internamente. El Coloquio, que termina siendo la mayor ventana del empresariado hacia los medios y la opinión pública y que además es el ámbito más “ecuménico” y libre de internas del tipo “industria versus bancos o comercio”, hasta ahora debatía públicamente temas más bien académicos y de poca urgencia política.

Uno de los miembros más activos en el actual “Comité Coloquio”, que prepara el cónclave empresario de octubre, lo dijo claramente en off the record: “Hay un tácito reconocimiento de que el silencio no ha dado dividendos. También quedó claro que el empresariado tiene que participar en la definición de políticas públicas. Está empezando a cobrar fuerza esa idea y la noción de que unidos podemos triunfar; desparramados, no”.

Es triste tener que decir “te lo vengo diciendo desde hace mucho”.